ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA INVISIBILIDAD DE LA TRADUCCIÓN: DOS VISIONES.

 

Uno de los conceptos que nos ha traído la nueva década es la “invisibilidad”. Lawrence Venuti ha sido el autor que mejor la ha sabido presentar y en su libro The Translator’s Invisibility: A History of Translation realiza un amplio recorrido por las principales ideas sobre la traducción utilizando como puntos de referencia conceptos que hasta hace poco tiempo permanecía “invisibles” (o “evidentes”, que es lo mismo) para la teoría de la traducción: invisibilidad, transparencia, fluidez, soltura, suavidad, ritmo, etc.

Al inicio del primer capítulo titulado “Invisibilidad” el propio Venuti nos describe someramente el efecto de la invisibilidad:

 

The illusion of transparency is an effect of fluent discourse, of the translator’s effort to insure easy readability by adhering to current usage, maintaining continuous syntax, fixing a precise meaning. What is so remarkable here is that this illusory effect conceals the numerous conditions under which the translation is made, starting with the translator's crucial intervention in the foreign text. The more fluent the translation, the more invisible the translator, and, presumably, the more visible the writer or meaning of the foreign text.

Sin embargo, aceptar la invisibilidad no sólo afecta a nuestra traducción como hecho lingüístico, Venuti se encarga de destacar en su libro la importancia que tiene para el traductor esta transparencia. La invisibilidad afecta a la posición social del traductor, a su sueldo, a su estatus y la calidad de sus traducciones, e incluso se llegan a establecer relaciones de colonialismo cultural. Al ocultarse el traductor puede convertirse en cómplice de relaciones socioeconómicas de orden superior en las que entra por el simple hecho de traducir (pero un traducir que supone una transferencia limpia, inmaculada, es decir, invisible). Sin embargo esta invisibilidad es tan sólo un efecto, es decir una presunción sobre la que se basa la traducción de tal forma que las posibles modificaciones introducidas en el nuevo texto siempre participan del principio de la transparencia. Así, la actividad de traductor entre textos y entre culturas pasa a ser un hecho sociopolítico (político en un sentido amplio) en el que la invisibilidad juega un papel clave: el efecto transparente asegura la fiabilidad, la fidelidad, una lealtad que sólo se encontraría en entredicho si se produjese un giro hacia la traslucidez o la opacidad.

 

Una traducción comienza a perder su transparencia previsible cuando comienza a “sonar a traducción”, cuando el lector no se siente cómodo, cuando el texto no es fluido, cuando hay valores culturales opuestos a los propios, etc. Si se produce esta situación habremos perdido toda transparencia y el traductor pasa a ser un individuo que opera entre / a dos textos potencialmente traducibles y que utiliza estrategias conscientemente no transparentes para transferir lo que desde un principio no fue transparente (Véase 2. APRE(HE)NDER EL SIGNIFICADO). En la traducción invisible, el traductor se oculta en el texto como un colaborador tras la sombra eminente de un autor que lo sitúa, al mismo tiempo, en la esfera del autor derivado y enmascarado y en el engaño de representar una mascarada donde el traductor es el protagonista (una presencia no presente, un autor sin autoría).

 

Incluso en las reseñas de periódicos y revistas especializadas se disimula, se pasa por alto, la figura del traductor. Aun cuando se comentan características de estilo y lenguaje, el traductor (su lenguaje, su historia, sus aciertos o errores) ha quedado eliminado de la escena por un efecto de transparencia (simulacro de escritura). Se espera del traductor que rompa un texto, lo descomponga, lo cree de nuevo superando la diferencia que el texto quiso representar en su cultura. De este modo, y por efecto de la invisibilidad esperada, se produce una negligencia sobre el acto de traducir ya que no encuentra espacio propio dentro de la propia obra ni en el discurso sobre la obra. La traducción pasa a ser una economía sumergida que todo el mundo sabe que existe pero que nadie ha visto, una meiga que “habelas, hailas”. Por esta razón, ni el sueldo ni el estatus del traductor se corresponden con el peso de la tarea: ¿acaso en la era del marketing y la hiperinformación tiene importancia alguna un personaje anónimo que se desliza entre dos o más textos? En esta situación, el traductor sólo asomará ligeramente en el reino de la invisibilidad si existe una razón suficiente que lo haga necesario. Un ejemplo bastante cercano es la publicación de una obra de Jane Austen, Emma, traducida por José María Valverde. El nombre del traductor se menciona en el interior del libro, nunca en la cubierta. No obstante, se le ha añadido un curioso recurso de marketing: 1) José María Valverde es muy conocido en medio filológicos y en el mundo de la traducción por sus versiones de los clásicos; 2) la editorial, además, lo presenta con una banda abrazando el libro como “Traducción de José María Valverde”, que había muerto a principios de 1997. Así, podemos ver que cuando el traductor se asoma fuera del reino de la invisibilidad siempre existen razones de peso (no traductoras) para ello, al menos estrictamente hablando.

 

Veamos ahora otro ejemplo procedente de la sección “Libros” del suplemento Babelia, Miguel Bayón, EL PAÍS, 16 de noviembre de 1996. En este suplemento se realizan más de diez reseñas de obras traducidas de reciente publicación en España. A la hora de realizar la referencia bibliográfica se recoge el nombre completo de los traductores. No obstante, sólo en un caso se rompe el efecto de la transparencia e invisibilidad:

El libro incluye un excelente estudio biográfico-literario-histórico y reúne propiamente las cuartetas de Sham, sobre los temas sufíes de la enseñanza, el amor y la ebriedad, en versión bilingüe y con un glosario. Clara Janés prosigue, encandilada, su idilio sin fin con las Mesopotamias y Turconias; por fortuna para los lectores. La omnipotencia de amor. Éste es el tema por antonomasia de Rumi.

No obstante, podemos ver que la referencia a la traductora se realiza, en este caso, no por medio de la traducción en sí misma, sino a través de otra tarea que ha desarrollado la traductora: la edición e introducción al texto traducido. También hay que señalar que se trata del único caso en el que se hace una referencia explícita al hecho de que se trata de un texto traducido (sin tener en cuenta la nota bibliográfica): “en versión bilingüe y con un glosario”.

 

Al mismo tiempo, destaquemos que Miguel Bayón ha centrado la referencia a la traductora-editora en el valor que tiene presentación y traducción para ella personalmente (“… prosigue, encandilada, su idilio sin fin …”) y para el conocimiento general de este tipo de poesía y civilización para la cultura receptora (“… por fortuna para los lectores …”).

 

Con este pequeño ejemplo hemos podido ver cómo la figura del traductor sufre una profunda negligencia en los medios académicos y de divulgación. La traducción no sólo debe ser fiel y acertada (acaso en ocasiones no sea lo más importante), sino que además (he aquí lo más importante) debe dar apariencia de no ser traducida. No obstante, es en esta presencia desaparecida donde el traductor ha comenzado a ceder sus derechos. Más aun. El traductor está fingiendo haber dominado un texto cuya fuerza suele residir en no poder aprehenderse. El traductor, para ganarse la vida, oculta sus propias dificultades en la traducción, en la invisibilidad: la transparencia ayuda a solucionar los mayores problemas traductores ya que la estrategia de la invisibilidad permite pasar por alto las tensiones y los efectos de la diferencia en los textos. El traductor está ejerciendo una fuerza domesticadora sobre textos que nunca llega a dominar totalmente ya que nunca puede alcanzar un significado último (al menos no el del autor, si éste reconoce alguno).

 

Aquí comenzamos a entrar en dos de los elementos claves del concepto de invisibilidad ya que la traducción pasa a ser, por medio de la transparencia, una poderosa herramienta sociopolítica y pretende asegurar una unidad de significado. Pasemos ahora a analizar pormenorizadamente estas dos consecuencias de la “traducción invisible”: por una parte, 1) existen fuerzas sociopolíticas en la traducción (“domesticación); por otra parte, 2) seguimos enfrentados al problema del significado en la traducción (“significado último”).

TRADUCCIONES DOMADORAS

André Lefevere afirmaba en un artículo de 1988:

 

Translating aspects of one culture into another is never a simple semantic substitution. Rather, the self-images of two cultures come to bear on the matter and clash over it... Translation, therefore, can teach us about certain aspects of a culture at certain stages of its evolution.

La traducción tiende a tomar sus normas y estrategias del ambiente sociocultural en el que se realiza. En la actualidad, en la aldea global dominante, la traducción comparte una tendencia universalizadora y aglutinante al mismo tiempo: “universalizadora” porque tiende a crear una cultura global que pretende no saber de culturas y, por el contrario, “aglutinante” porque supone una mayor facilidad de creación de fuerzas culturales centrípetas en ese mundo global.

 

No obstante, también surgen voces que llaman a una traducción (en un sentido más amplio) extranjera en la que se recojan voces nuevas y desconocidas. Una traducción que no se vea absorbida en una cultura sino que continúe el juego diseminante que diseñó el autor original. Nos encontraríamos ante una traducción que no intentaría “convertir en alemán lo griego, indio o inglés en vez de dar forma griega, india o inglesa al alemán”. Esta nueva estrategia intentaría mostrar las tensiones que surgen en los textos dentro de sus culturas y abandonaría la invisibilidad para recurrir a la visibilidad, para que el texto no sea fluido a los ojos del lector y, de esta manera, éste sea testigo de las fuerzas que operan en el texto original. Así, la traducción no sería tanto un hecho textual como un hecho cultural en el que los textos sirven de fuente para el aprendizaje de una cultura y no para el narcisismo cultural de la civilización occidental. La historia cultural de los países occidentales nos ha enseñado la continua tendencia aglutinante y de absorción de sus sistemas culturales. Las periferias resultan atraídas al centro por medio de un efecto de transparencia y pierden sus connotaciones revolucionarias y de tensión hasta que crean un nuevo centro “atraído”: es decir, el primer centro sólo atrae de la periferia aquello que por medio de la transparencia puede ser absorbido, modificado y traducido según los cánones establecidos por el centro. Desde el punto de vista de la teoría de los polisistemas, el centro sólo permanecerá en su situación privilegiada si es un centro dinámico y permeable a lo que sucede en su periferia. De no ser así, el centro se convertirá en una estructura rígida que finalmente quedará fosilizada y se verá desplazado por las periferias que le rodean. No obstante, en la actualidad estamos asistiendo a un nuevo modelo de polisistema en el que el dominio de la llamada “sociedad de la información” supone no sólo apropiarse del centro y empujar hacia la periferia todo movimiento contrario a la ideología dominante, sino también apropiarse de la propia periferia para, mediante un proceso de alienación, lo anteriormente periférico pasa a ser una supuesta periferia asimilada por el centro que, de esta forma, mantiene su posición central. En este nuevo modelo, el centro ha aprendido que sólo es posible evitar la fosilización creando sus propias periferias y asimilando las periferias extrañas / extranjeras mediante un proceso de alienación en la que el centro utiliza el efecto de la transparencia y la invisibilidad. Sin duda alguna, la traducción no es extraña a esta situación ya que la relación entre cultura fuente y cultura término siempre estará enmarcada en las relaciones entre los sistemas literarios, políticos y sociales de las diferentes culturas.

 

No en vano afirma Venuti que “[t]he viability of a translation is established by its relationship to the cultural and social conditions under which it is produced and read”. En esta “relationship” puede desaparecer la “originalidad cultural” del texto fuente ya que, cuando el traductor intenta adaptarlo, convertirlo en “leíble”, a la cultura término, ésta ejerce su fuerza apropiadora como centro cultura. En el caso de que la cultura receptora sea periférica también puede establecer una relación como centro ya que el efecto de apropiación y alienación es bidireccional. No obstante, aunque una cultura receptora adopte la posición de centro con respecto a un “centro”, esta relación seguirá patrones completamente diferentes.

 

De esta forma, podemos ver cómo los efectos de transparencia e invisibilidad en la traducción no se refieren a las relaciones entre culturas supuestamente fuertes con otras supuestamente débiles, sino a las relaciones entre textos y culturas en posición fuerte y posición débil. Esta aparente contradicción se produce al mantener un esquema de traducción en el que el texto y cultura origen son primarios, originales y originarios y el texto y cultura término son derivados, copias y secundarios. De este modo, dentro del esquema general de la traducción las relaciones siempre seguirán ese patrón de copia y original de tal forma que la traducción representa una ilusión de las relaciones entre dos culturas, relación imprescindible para poder traducir desde la invisibilidad (especialmente dado que la invisibilidad ha sido una estrategia típica utilizada por las culturas occidentales “fuertes”). Así, cuando nos encontramos ante la traducción entre dos culturas muy diferentes y con relaciones que desde un punto de vista políticoeconómico indican directamente a una relación centro-periferia, ¿se seguirá manteniendo el mismo modelo de traducción? Si un etnógrafo norteamericano escribe un libro en inglés sobre las costumbres, estructuras sociales, políticas y económicas de un pueblo africano y, al cabo de unos años, su obra se traduce a la lengua de dicho pueblo, ¿cómo leerán los indígenas sus propias costumbres y cultura? ¿Acaso el escritor norteamericano no habrá escrito lo que el lector norteamericano quiere que le cuenten sobre la cultura indígena? ¿Acaso el traductor tiene la posibilidad de corregir para un cultura “tan sumamente débil” la lectura que se ha realizado de su pueblo? Son múltiples preguntas en las que entra el traductor visible, cuestiones que se plantea ya que la visibilidad no tiene por qué implicar fidelidad sino una ética traductora que le lleva a desarrollar una teoría del traducir que abarca todo el hecho cultural, político y social en el que se ve inmerso (y del que, aunque sea “invisible”, es catalizador).

 

Finalmente, conseguir un texto término transparente implica hacer desaparecer la clave cultural en la que fue creado el texto original. En este caso, la invisibilidad representa la búsqueda de una traducción que trasplanta un texto fuera de sus fronteras (esencia de traducción) sin tener en cuenta que la textualidad original y su significado están unidos al contexto cultural. Los textos trasplantados (traducciones domesticadas) representan una forma de desaparición de los posibles efectos de atracción cultural: los textos se insertan en una nueva tradición como si hubieran sido creados en ella.