UNIDAD DE TRADUCCIÓN

La unidad de traducción es muy complicada de definir, porque es variable. Es una unidad mínima que tiene significado. Consideramos a grandes rasgos que la unidad de traducción es la unidad comunicativa con la que trabaja el traductor.

La unidad se enmarca en un marco textual. El texto es la unidad comunicativa. El traductor no opera a nivel de palabra, sino a nivel de texto. La unidad de traducción opera a nivel bitextual, y no tiene por qué ser igual a la de su TO. El proceso comprensión-reformulación no es lineal, suelen haber interferencias.

La unidad de traducción tiene un carácter dinámico, siempre va a variar. Su extensión y estructuración cambiará según el texto que tengamos que traducir. Es una unidad de sentido, puede ser también una microunidad (coma, pausa oral...)

La unidad de traducción es el texto, pero eso no impide que se establezcan unidades subordinadas. Tenemos: macrounidades (texto); microunidades (nivel inferior al de microunidades, unidades portadoras de sentido que vienen determinadas por el desarrollo del proceso traductor. Puede ser una frase, palabra, sintagma...); unidades intermedias, las cuales son también variables y dependen de la modalidad de la traducción (por ej., en una traducción escrita, éstas pueden ser un párrafo, un epígrafe...depende de cómo estructuremos la traducción).

En una obra teatral: macrounidad: texto completo; microunidad: palabra, oración; unidad intermedia: acto, réplica.

La unidad de traducción tiene una aplicación compleja. El texto existe en relación con otros textos. Cada unidad está interconectada con el resto de unidades que forman el texto. Por ej., una réplica tiene algo que ver con escena, y esto con acto...

Este entretejido está determinado por mecanismos de coherencia y cohesión – red de relaciones que conforman el funcionamiento del texto. Coherencia es una estructuración global de la información que contienen los textos. Cohesión es la relación entre las unidades semánticas y sintácticas de los textos (que cada trozo no vaya por su lado, y que tenga relación el uno con el otro).

En el proceso de traducción el traductor se produce una combinación de procesamiento de la información. Todas las unidades de traducción están en constante interacción, tanto en la fase de comprensión como en la de reexpresión, así que la unidad de traducción es variable durante el mismo proceso traductor.

En la práctica, la unidad de traducción nos sirve para ser coherentes en todo el texto.

Cuando veíamos el proceso de traducción, la primera actividad del traductor era la fase de comprensión del texto en LO. Para llegar a esa compresión el traductor debe analizar lo que en teoría de traducción se denomina “unidad de traducción”, pero... ¿cuál es esta unidad? Guiados por la evolución de los estudios lingüísticos, la concepción de unidad de traducción también ha ido evolucionando desde ser la palabra o lexema hasta llegar al texto en su totalidad pasando por el sintagma y la oración.

Tampoco se han puesto de acuerdo en cuanto al tamaño de estas unidades de traducción, que para Rosa Rabadán sería “el elemento textual mínimo que pueda traducirse de forma unitaria, un todo”. Y existe, además, una gran diversidad terminológica (textemas, logemas, inforemas, etc.).

Para Rosa Rabadán, la necesidad de una unidad operativa fiable se refleja en las continuas aproximaciones al problema que, sin embargo, en su opinión, no han conseguido dar una respuesta coherente y válida. En su libro “Equivalencia y Traducción”, analiza las distintas aproximaciones al tema desde un punto de vista estructural, semántico, lógico, interpretativo, etc., exponiendo sus principales deficiencias para llegar a una definición definitiva.

Hurtado Albir agrupa las diferentes propuestas en cuatro bloques (en realidad siguiendo a Rabadán, cap. 7). Expone las deficiencias de las aproximaciones al tema, como el error de confundir unidad textual con unidad de traducción, desde las teorías que consideraban la palabra como unidad de traducción hasta la consideración del texto, pasando por las teorías binarias o relacionarias.

1) Segmentación de carácter lingüístico.

La unidad de traducción es concebida como aquella combinación de palabras que contribuyen a la expresión de un solo fragmento de mensaje y cuyo grado de interdependencia es tal que no se puede traducir aisladamente.

Vázquez Ayora comenta que la palabra no puede servir de unidad básica de análisis o de transferencia en el proceso de traducción ya que los lingüistas no se ponen de acuerdo al definir el propio concepto de palabra. Por ello Vázquez Ayora piensa que el punto de partida del traductor debe ser una unidad diferente que se podría llamar unidad de pensamiento, de sentido o lexicológica.

Hurtado Albir critica que es un punto de partida prácticamente semántico, reducen la unidad de traducción a unidad de carácter léxico. En realidad no están hablando de traducción sino de comparaciones fuera de contexto de unidades léxicas entre lenguas.

Newmark comenta que tras los modernos estudios de lingüística textual existe una "desconcertante tendencia de los teóricos de la traducción a considerar el texto completo, base del análisis del discurso, como unidad de traducción”. Para Newmark la unidad de traducción es más bien una unidad de escala móvil y, si por un lado se puede considerar la oración como unidad natural de traducción y traducir oración por oración; por otro lado, en aquellos casos en los que aparecen términos contextualmente neutros como sucede en los textos técnicos, nos dice que éstos se deben producir palabra por palabra. Y, según él, estas dos perspectivas vienen a reflejar el clásico conflicto entre traducción literal y traducción libre. Para Newmark el texto se puede concebir como el tribunal de apelación último, ya que todos los segmentos lingüísticos a cualquier nivel de la traducción debe ajustarse a la unidad del texto. Es decir, todos los segmentos lingüísticos pueden usarse como unidad de traducción y cada uno aportar una contribución funcional a las propiedades integradoras del texto en conjunto. Operativamente, la mayor parte de la traducción se hace con la atención puesta en las unidades más pequeñas, y se recurre a las unidades mayores cuando surge una dificultad o se revisa la traducción.

En definitiva, para Newmark el texto tendrá una unidad estructural u organizativa, se traducirá de manera secuencial y será preciso fraccionarlo a efectos prácticos y podrá tratarse de varios tipos de unidades a la vez.

Crítica en general: se trata de planteamientos que suponen posible una segmentación secuencial o lineal y, además, a priori. Es posible plantearse antes de una traducción las unidades que vamos a segmentar.

Concepciones textuales.

Sitúan el análisis de la unidad de traducción en el marco textual. Las aproximaciones difieren sólo por sus concepciones del análisis textual.

Radó propone una unidad lógica (logema) porque considera que el traductor trabaja con unidades distintas a las lingüísticas, ya que el significado del conjunto de un texto va mucho más allá del significado de los elementos lingüísticos de dicho texto. También que el traductor debe saber que logemas de los que ha identificado en el texto analizado son los que va a utilizar en la traducción y habla de una serie de criterios: filológicos, compensatorios, selectivos, y artísticos. Presenta 4 tipos de logemas: lingüísticos, formales, suprasegmentales y semánticos.

Rabadán destaca el carácter dinámico de Radó y critica la ausencia de limitación de estos logemas, también que su propia naturaleza lógica hace difícil su aplicación practica. Son unidades identificadas solo en el TO, solo en la fase de análisis.

Toury presenta el textema como unidad de segmentación textual (unidades lingüísticas de cualquier tipo y nivel que intervienen en las relaciones textuales y, por tanto, conlleva funciones textuales en el texto en cuestión). Cada textema funciona en los niveles lingüísticos superiores y se puede definir como elemento de esos niveles superiores. Según este enfoque hay una articulación de unidades entre los distintos niveles significativos, pero ello ni implica que la inclusión de las unidades en los niveles superiores sea necesariamente continúa, un textema puede “saltar” uno o más niveles hasta funcionar como elemento de ese otro nivel superior. Pero, según él, las unidades de transferencia se centran sólo en las funciones lingüísticas del texto original. Se olvida que es necesario especificar las relaciones de equivalencia entre ambos textos (TO y TM).

Para Hatim y Mason lo apropiado o no de una unidad sólo puede juzgarse a la luz del lugar que esa unidad ocupe en el plan global del tato. Señalan tres unidades básicas en la estructura textual: el elemento (unidad lexicogramatical más pequeña con función), la secuencia (unidad de organización textual compuesta de más de un elemento y es una unidad superior), y el texto (una unidad coherente y cohesiva, realizada por una o más secuencias, y al servicio de un propósito).

Hurtado Albir: aunque se pueda considerar el texto como la macrounidad de traducción, fundamentalmente estos problemas están derivados de la propia complejidad textual de los procesos cognitivos, y es que la capacidad de procesamiento del ser humano no admite unidades tan grandes, necesita unidades operativas más pequeñas relacionadas con el proceso traductor.

Rosa Rabadán habla mucho de los planteamientos dados y llega a una conclusión en la que cuestiona los principales errores y dificultades.

3) Concepciones interpretativas y procesuales. (Proceso de traducción)

Las formulan autores que se ocupan de la unidad de traducción centrándose en la fase de comprensión previa a la traducción del texto.

Teoría interpretativa o teoría del sentido (el sentido del texto es la expresión del “querer decir” del emisor): la unidad de traducción es concebida como una unidad de sentido que se manifiesta en el plano textual y discursivo. Se define como un segmento de discurso cuya enunciación en un momento dado hace tomar conciencia al oyente o lector del querer decir designado por la formulación lingüística. Se tratan de unidades de comprensión fruto de una síntesis que se producen entre el “semantismo” del enunciado y los conocimientos que el lector tiene, se crea una representación mental que solo habría que trasladarla a una representación verbal en otra lengua.

Lederer insiste en que esta unidad de sentido no hay que confundirla con palabras, sintagmas, etc., se trata de una representación mental consciente por un breve instante.

De Beaugrande propone las unidades de procesamiento, o de tratamiento (processing units) conceptual del texto, constituidas por aquel fragmento de texto que es percibido como una única estructura superficial, y procesado para crear una configuración de significado (como un solo sentido).

Rabadán señala importantes inconvenientes para ser aplicadas. Para ella estas unidades son solo una combinación de diferentes estructuras cognitivas que se manifiestan en el texto mediante estructuras contextuales. Aprecia que al tratarse de unidades no definidas en criterios gramaticales y consideran el texto de manera global, pueden interpretar de manera integral el mensaje y reducir así las pérdidas semánticas.

Concepciones binarias.

Los estudios más recientes apuntan hacia unidades de carácter bitextual de naturaleza analítica. La imposibilidad de generalizar en torno a unidades concretas ya que éstas, dentro de los que piensa Rosa Rabadán, adquieren un valor específico en cada binomio textual, impide establecer estas unidades a priori, es decir, no hay modo de establecer las unidades de traducción antes de que tenga lugar la operación de transferencia. Serían en todo caso unidades textuales pero no de traducción.

La definición de estas unidades de traducción es posterior al proceso y se establece mediante la comparación de cada binomio textual. Toda unidad de traducción es tal en cuanto se manifiesta en dos textos (origen y meta) que mantienen entre sí una relación de equivalencia; y esta unidad de traducción no tiene existencia fuera de ese contexto bitextual.

Sorvali propone el “inforema” como la unidad más pequeña con significado léxico. Puede identificarse tanto en el original como en su traducción y permite analizar las diferencias existentes entre ambos. Casi está concebida como una herramienta para la crítica de traducciones. Para Rabadán el inforema no deja de ser una unidad contractiva bilingüe cuya operatividad en un número significativo de casos es más que dudosa.

Para Santoyo la mayoría de las opciones propuestas no son unidades de traducción, sino unidades de comprensión contempladas desde distintos puntos de vistas. Como mucho debiera tan sólo denominárselas unidades traducibles, porque no son sino el producto de la segmentación de un texto. De esta manera, tanto la segmentación como su consecuencia, es decir, las unidades que de ella se derivan, serán en todo caso un estado previo a la traducción. Por otra parte nos dice que una segmentación textual no tiene por qué ser al mismo tiempo válida en la LO y en la lengua de la traducción (LM). Es decir, el hecho de que determinados elementos se constituyan como unidades textuales sean necesariamente unidades de traducción bitextuales. De esta manera Santoyo define el translema como “la unidad mínima de equivalencia interlingüística susceptible de permutación funcional y no reducible a unidades menores sin pérdida de su condición de equivalencia”.

Rosa Rabadán critica la teoría de Santoyo a pesar de ser la que considera más lúcida y coherente. Critica la expresión “interlingüística” porque dice que no encaja con el carácter funcional que se le atribuye a la unidad, es decir, si es interlingüística estaríamos hablando de permutación estructural, de simple sustitución de elementos siguiendo los procedimientos de la lingüística contrastiva. Dentro del criterio de funcionalidad, la unidad de traducción ha de ser concebida no como interlingüística sino como intertextual, es decir, cada texto tiene una organización propia y la segmentación en unidades es única y exclusiva en cada proyecto de traducción.

Rabadán redefine el translema como “unidad bitextual, de cualquier tipo o nivel, constituida por un mismo contenido y dos manifestaciones formales diferenciadas pero solidarias, y cuya existencia depende de la relación global de equivalencia subyacente a cada binomio textual TM – TO”.

Una cosa son las unidades textuales concebidas como fragmentos de material lingüístico-textual capaces de desempeñar funciones textuales en un texto determinado, y otra distinta las unidades de traducción o translemas que no tienen existencia en un texto sino que se manifiestan cuando se da una relación de equivalencia entre un TO y un TM, concretamente ella dice: “es estéril discutir acerca de distintos modelos de unidades de traducción si su definición no contempla la relación básica y fundamental que hace que un texto “Y” sea una traducción del texto “X”: la equivalencia”.

Posibles críticas: si únicamente se establecen con posterioridad al proceso de transferencia quedarán limitadas a ser un sistema de análisis y revisión de traducciones.

Conclusiones.

Para Hurtado Albir, la unidad de traducción es la unidad comunicativa con la que trabaja el traductor; la complejidad del funcionamiento de esta unidad hace que se detenga en las siguientes cuestiones:

ü Ha de ser ubicada en un marco textual. Pero lo cierto es que unos autores la sitúan en el TO y otros defienden que sólo es posible en un marco bitextual (comparando los dos textos). Para Hurtado Albir esto dependerá del punto de vista del investigador y de la finalidad de la delimitación de la unidad de traducción. Por eso dice que hay necesidad de más estudios empíricos. Cuando el estudio de la traducción se base en el proceso traductor entrará en el análisis las unidades de comprensión del texto que pueden coincidir con las unidades textuales del TO. Otra cosa será la reformulación.

ü Siendo una unidad comunicativa, su extensión y estructuración variará según los casos. No se trata de plantearse la traducción de la palabra, la frase, etc., no están limitadas estas unidades. La unidad de traducción tiene de esta manera un carácter dinámico: existen macrounidades (unidades superiores de sentido) y microunidades (unidades inferiores de sentido dadas por el proceso traductor), además de lo que llama unidades intermedias (párrafos, subtítulos, etc.)

ü Las unidades de traducción no son elementos aislados sino que guardan una compleja imbricación con el resto de unidades que conforman el texto.

Christiane Nord habla de las unidades de traducción funcionales. Frente a las unidades lineales y secuenciales, definidas por otros autores, propone unas unidades verticales que, al mirar el texto “a vista de pájaro” como dice, pueden establecerse entre los diferentes elementos lingüísticos con la misma función comunicativa.