EL CONCEPTO DE EQUIVALENCIA EN TRADUCCIÓN 1 страница

El efecto de equivalencia es el que garantiza la viabilidad del acto traductor, ya que permite llevar a cabo una manipulación y redistribución de la materia textual sin que por ello se pierda lo esencial de su contenido ni sus características.

Todos los teóricos de la traducción han utilizado de un modo u otro la noción de equivalencia como base teórica con la que definir la operación de traducción y para concluir que esta equivalencia es el objetivo esencial que debe perseguir esta.

Desde un punto de vista lingüístico, surgió de Jakobson, distinguía tres formas distintas de traducción: intralingüística, interlingüística e intersemiótica o transmutación (interpretación de signos lingüísticos mediante sistema de signos lingüísticos). La equivalencia absoluta, afirma Jakobson, no existe en ninguno de estos tres tipos de traducción, sin embargo toda experiencia cognoscitiva puede expresarse en cualquier lengua, pues esta dispone, como elemento de comunicación que es, de recursos para superar las barreras impuestas por la organización estructural peculiar de cada sistema. La misión del traductor será llevar el contenido del TO a la LM de manera que garantice la equivalencia en la diferencia. No tratará de sustituir unas unidades por otras, sino mensajes enteros.

Cuando las funciones lingüísticas se subordinan a otras de tipo textual, caso de la poesía cuando el aspecto formal constituye el contenido mismo del texto, la traducción será imposible.

Catford (1970) parte del concepto de equivalencia textual contraponiéndolo al de correspondencia formal. Dice que si cada lengua posee un sistema semántico cerrado en sí mismo frente a los demás sistemas lingüísticos, sólo en casos excepcionales se podría hablar de correspondencia formal, ya que son raras las ocasiones en que el significado de un segmento de LO coincida con el significado de un segmento de LM. Sin embargo, aunque los segmentos de LO y LM no coincidan formalmente en las dos lenguas, sí pueden ejercer la misma función comunicativa están en contextos situacionales semejantes. Por tanto si pueden ser equivalentes a nivel textual, por tanto los textos o los segmentos de la LO o de la LM serán equivalentes cuando sean intercambiables en una situación determinada.

De esta manera, todo el conjunto del LM se medirá por la cantidad de rasgos situacionales que tenga en común con el TO. El objetivo, por tanto, de la traducción no será la selección de equivalentes de la LM con el mismo significado que los elementos de la LO, sino la selección de equivalentes de la LM que tengan la mayor implicación (relevancia) posible en el área situacional tratada, serán equivalentes cuando sean intercambiables en una situación determinada.

Desde este punto de vista lingüístico funcional en el que el concepto de situación se está reduciendo al texto, se está olvidando (tampoco se considera) la interacción entre el traductor y los receptores. Ni siquiera el conjunto de variables situacionales que vienen a delimitar el contexto extralingüístico y que también son muy importantes en el funcionamiento del lenguaje.

Quizás el modelo teórico más fundamentado en el terreno de la equivalencia será el de Nida (desde un punto de vista etnolingüístico). Nida afirma que el principal interés del traductor ha de ser el de conseguir en los receptores meta la misma respuesta que el TO obtuvo de sus receptores. Nida afirma que hay dos tipos de equivalencias, una formal y otra dinámica. Su experiencia como traductor nos dice que la correspondencia formal sólo es posible en muy pocas ocasiones, factores como la distancia geográfica o las diferencias culturales no permiten un calco entre las estructuras formales. Frente a la equivalencia formal establece la equivalencia dinámica (equivalencia de efecto), es decir, que el texto, superando distancias lingüísticas y culturales se adapta plenamente al nuevo lector y que sea natural en el ámbito de la comunidad lingüística de este. El trabajo de Nida es el primero que incorpora de forma explícita al TM en el tema. Queda planteado que el traductor puede producir un texto diferente dependiendo de los receptores. Con su principio de equivalencia dinámica se subraya la importancia del tercer elemento de la comunicación intentando superar la controversia: literal/libre, formal/bello, forma/contenido, que han sido planteados considerando dos elementos de la comunicación: el emisor y el mensaje.

Definición de equivalencia: cualidad de una traducción en la que el mensaje del TO ha sido transferido a la lengua receptora, de tal modo que la respuesta del receptor es esencialmente igual que la de los receptores originales.

Desde el punto de vista pragmático textual, una traducción comunicativa persigue obtener textos que dentro de la cultura terminal tengan por sí mismos un valor equivalente al texto de la LO en todas sus dimensiones. Pero como comenta Pilar Elena García, la dificultad que se le presenta a la teoría de la traducción es la de determinar cuándo se puede decir que dos textos, un original y una traducción, tienen igualdad de valores en dos lenguas y en dos culturas diferentes; es decir, son necesarios unos presupuestos o normas translativas que ayuden a traductor en el momento de seleccionar equivalentes en la fase del proceso de traducción que media entre la fase de comprensión de texto de LO y la fase de reverbalización en el texto de LT.

Algunos autores aseguran que la teoría de la traducción ha sido incapaz hasta ahora de crear un concepto diferenciado y operativo del concepto de equivalencia. Los factores fundamentales de esta casi absoluta inseguridad del concepto de equivalencia radican principalmente en tres causas que tienen que ver con el traductor, con el texto y con el receptor. Éstas fueron presentadas por Wills:Se diferencia entre equivalencia entre lenguas y equivalencia traductora que se sitúa en el plano textual. Distingue entre transposición de significados y actividad traductora.

Pilar Elena García dice que la dificultad que se le presenta a la Teoría de la traducción es la de determinar cuando se puede decir de dos textos que tienen igualdad de valor en dos lengua y dos culturas diferentes. Apunta que hay que plantearlo desde dos perspectivas:

§ Prospectiva: son necesarios unos presupuestos o normas traslativas que ayuden al traductor en el momento de la selección y elección de equivalentes en aquella fase del proceso de traducción intermedia entre fase de comprensión del TO y la de reverbalización del TM.

§ Restrospectiva: la equivalencia significará la creación de unos parámetros que nos permitan determinar cuando se critica una traducción si un texto traducido es equivalente o no a su original.

Algunos autores aseguran que la teoría de la traducción ha sido incapaz hasta ahora de crear un concepto diferenciado y operativo del concepto de equivalencia. Los factores fundamentales de esta casi absoluta inseguridad del concepto de equivalencia radican principalmente en tres causas que tienen que ver con el traductor, con el texto y con el receptor. Éstas fueron presentadas por Wills:

· El subjetivismo del traductor puede plasmarse en las soluciones que adopta respecto a determinados problemas. Así, por ejemplo, en la elección de correspondencias a nivel léxico puede que se imponga a su personalidad por encima de la necesaria objetividad a la hora de elegir entre varios sinónimos potenciales de la lengua origen. Comenta que la labor del traductor no es neutral, ya que está mediatizado por su preparación y por su competencia profesional o su capacidad de interpretación.

· Con respecto al texto, en general, los textos encierran una especie de multivalencia que viene a dificultar el empleo de una serie de equivalencias de carácter objetivo.

· El papel del receptor que como último eslabón de la doble cadena comunicativa, también debe ser tenido en cuenta a la hora de establecer una serie de equivalentes entre el texto de la lengua origen y el texto de la lengua de llegada. Es preciso tener en cuenta parámetros diferenciales como la especialización científica de la audiencia, propósito del texto e incluso la edad de los receptores.

Para Pilar Elena García, el análisis más detallado acerca de la equivalencia y de las posibles claves de equivalencia es el que realiza W. Koller. Él distingue cinco tipos de equivalencias y las establece atendiendo a cinco puntos que considera puntos de referencia para marcar el grado de correspondencia entre un texto de la lengua origen y un texto de la lengua de llegada. Habla de:

1. Equivalencia denotativa. Que atiende a la realidad extralingüística transmitida por el texto y en la que se busca que no haya variación de contenidos. En ella serán fundamentales las correspondencias léxicas.

2. Equivalencia connotativa o estilística. Que consiste en plasmar las connotaciones del texto de aquello que es fruto de la experiencia personal del autor.

3. Equivalencia normativa. En la que se persigue el mantenimiento de la normativa lingüística y textual que rige para determinados tipos de textos, como es el caso de los contratos y las cartas comerciales.

4. Equivalencia pragmática y comunicativa. El texto de llegada debe producir en el receptor de la traducción el mismo efecto que el original en sus lectores.

5. Equivalencia formal. Es la que requiere textos con determinadas propiedades estéticas y estilísticas. Nos estamos refiriendo a cuestiones de rimas, ritmos, metáforas.

A estos tipos de equivalencia, König añade otras dos a las que denomina básicas porque son las que determinarán una jerarquía de prioridades entre los demás tipos de equivalencias mencionadas:

1. Equivalencia funcional o pretendida. Tratará de mantener en la traducción la función del texto.

2. Equivalencia final. Atenderá a la función propia del texto de la lengua de llegada a veces no coincidente con la función del texto de la lengua de origen.

A partir de estos dos autores obtenemos un esbozo de lo que puede ser la búsqueda de la equivalencia una vez realizado el esbozo en la lengua origen.

El concepto de equivalencia debe ser entendido como el conjunto de una serie de equivalencias parciales por medio de las cuales se trata de conseguir la igualdad de valor en la traducción de los distintos aspectos del texto en la lengua origen. Ya hemos dicho que la prioridad de estas equivalencias parciales vendrá determinada por las dos equivalencias básicas.

Concluye Pilar Elena García que el traductor, además del análisis del tipo de texto y la función comunicativa que éste representa, además de la selección de equivalencias, es decir, la determinación de las características del texto funcionalmente relevantes, además de la jerarquización de las mismas, es decir, la determinación de en qué orden han de tenerse en cuenta, debe tomar sus decisiones en consonancia con la función de la totalidad textual (con el contexto lingüístico de ambas lenguas y con el contexto situacional y socio–cultural).

Reiss y Vermeer consideran que no se puede hablar de que existe equivalencia sino que habría que hablar de adecuación, que consiste en la elección de signos adecuados a la finalidad de la traducción. La equivalencia tiene que ir más allá del texto y abarcar una equivalencia cultural.

Ya vimos autores como Reiss y Vermeer y su teoría del Skopos, que hacen hincapié en la función del texto origen y en la posibilidad de un cambio de ésta en el texto traducido. Cuando la traducción tiene su propia función, es decir, cuando la finalidad del texto origen y la de la traducción no coinciden, es cuando no podemos hablar de equivalencia sino de adecuación.

Por otra parte, el traductor suele trabajar por encargo y el tipo de encargo influirá en la estrategia translativa que pretenda seguir. Dependiendo del encargo optará por la permanencia o el cambio de función en el texto de la lengua de llegada.

Si se cambia alguna función de ambos textos, ya no hablaremos de equivalencia sino de adecuación (adecuación de signos a la lengua final con respecto al texto de partida). Se trata de adecuar la traducción a la finalidad que con ella se pretende ya que, si entendemos la traducción como oferta de información, ésta sólo puede ofrecer una parte de la información contenida en el texto de partida. El principio dominante en toda translación es su finalidad, por tanto, se pretenderá producir un texto final adecuado a dicho objetivo. La adecuación, por tanto, engloba a la equivalencia. Se traduce adecuadamente cuando la elección de los signos de la LT se supeditan consecuentemente a la finalidad de la traducción y se traduce en equivalencia entendida como tipo especial de adecuación, cuando la función del texto en LO y la del TLT permanece invariable, es decir, cuando se cumple de igual modo la misma función comunicativa en sus respectivas culturas.

Rosa Rabadán ha dedicado gran parte de su libro a recoger distintas acepciones del concepto de equivalencia a lo largo de la historia de la teoría de la traducción y, tras hacernos ver sus deficiencias propone la equivalencia translémica, que viene enmarcada dentro de unos factores históricos. En primer lugar, nos hace ver que si tomamos el concepto de equivalencia como un simple ejemplo de análisis contrastivo, le estamos dando a ésta un carácter estático y normativo, es decir, estamos suponiendo a priori la existencia de correspondencias fijas, de equivalencias establecidas como correctas, ya sea entre unidades de lengua (planteamientos lingüísticos), ya sea la de tipos textuales (planteamientos textuales). Vienen a suponer que para cada texto origen sólo habría un texto de llegada posible. Rosa Rabadán piensa que la noción de equivalencia debe ser dinámica y funcional. Es preciso abandonar los enfoques lingüísticos reduccionistas y considerar los factores textuales, socio–culturales y el conjunto de circunstancias que se dan en cada momento histórico. El gran reto al que nos enfrentamos es cómo conseguir que el texto origen y su traducción sean el mismo texto cuando todos los factores que intervienen en el proceso son tan distintos.

Es necesario, por tanto, cierto tipo de relación que defina el texto de llegada como traducción de un texto de origen determinado, sin establecer una relación que nos diga porqué este texto de llegada lo consideramos traducción. Esta relación global se califica de única e irrepetible, para cada binomio textual presenta un nivel jerárquico superior al de las relaciones estrictamente lingüísticas o textuales, ya que está subordinada a normas de carácter histórico. Y esta noción de carácter funcional o relacional es lo que se llama equivalencia translémica. Es dinámica y su fin último no es conseguir la versión correcta, sino actualizar, llegar a conocer una versión equivalente que sea aceptable en el sistema meta. La actualización de las relaciones potenciales de equivalencia es distinta en cada proceso de transferencia, en cada binomio textual y en cada momento histórico.

Se parte de que, tanto el texto origen como el de llegada pertenecen y funcionan respectivamente en un polisistema origen y en un polisistema meta. El polisistema lo define como el conjunto de sistemas semióticos interrelacionados de forma dinámica y regulados por normas históricas. En este conjunto se inscriben las actividades comunicativas del ser humano, entre ellas la traducción.

La noción de norma viene a constituirse en el parámetro que nos explique por qué en un texto meta se eligieron determinadas opciones del potencial de un sistema y no otras, por qué los lectores de un polisistema X aceptan unas versiones y no otras y, en resumen, la noción de norma nos indica el puente que une las equivalencias posibles de un texto dado con las equivalencias concretas actualizadas entre un texto origen y un texto de llegada.

Estas normas son las que regulan el espacio intersubjetivo existente entre las reglas del sistema abstracto y las idiosincrasias particulares de cada traductor. En definitiva, las normas representan el conjunto de valores compartidos por los usuarios y que se plasman en instrucciones aplicables al proceso traductor.

Según Toury estas normas se dividen en:

· Preliminares: Regulan la política del proyecto de traducción, es decir, se ocupa de los aspectos previos al proceso de traducción.

· Operacionales: Regulan las decisiones que se toman en el proceso de traducción. Pueden ser: matriciales (que regulan la segmentación del material lingüístico y su distribución en el texto) y textuales (que determinan la elección del traductor respecto a las relaciones que van a funcionar como equivalencia en cada binomio textual).

· De recepción: Regulan la actuación del traductor en todas sus fases, ya que atienden al tipo de audiencia del texto meta.

· Norma inicial: Determina la elección básica del traductor tras tener en cuenta todos los factores del cuadro comunicativo. La transferencia general de su trabajo a la adecuación con el polo origen o bien la aceptabilidad en el polo meta.

Cuando la traducción tiende a conservar, sobre todos los rasgos lingüísticos y textuales del TO, el TM mostrará un tipo de equivalencia formal y, en cambio, si se prima el polo de la aceptabilidad, las relaciones de equivalencia serán más del tipo funcional. Lo aconsejable es buscar un equilibrio entre adecuación y aceptabilidad.


 

EQUIVALENCIA COMUNICATIVA EN TRADUCCIÓN

 

El cambio de los supuestos ontológicos ocurrido en los años 80 y motivado tanto por las limitaciones y las contradicciones del enfoque lingüístico, incapaz de ofrecer una explicación científica a muchos fenómenos de la traducción, como por los progresos de otras ciencias relacionadas con la actividad humana, situó a la teoría de la traducción entre las ciencias de la comunicación verbal. Los nuevos supuestos plantearon la necesidad de revisar el concepto clave de la teoría de la traducción, que es la equivalencia, y otros conceptos estrechamente vinculados a éste como, p.ej., el de traducción adecuada.

En su etapa comunicativa, la teoría de la traducción ha logrado grandes éxitos. Sin embargo, ya a finales de los años 80 - inicios de los 90, empiezan a perfilarse las no coincidencias entre las diferentes escuelas traductológicas en lo que se refiere a varios problemas de suma importancia científica y, en primer lugar, a los que atañen a la equivalencia funcional del TM con respecto al TO y al alcance de una teoría comunicativa de la traducción. Por una parte, se intenta explicar en el marco de una misma teoría toda actividad bilingüe, independientemente de que persiga o no la equivalencia comunicativa del TM y el TO. Por otra parte, se pone en tela de juicio el mismo intento de concebir una teoría general de la traducción, lomando en consideración las diferencias que se dan entre las distintas modalidades de la misma, relacionadas tanto con las condiciones en que el traductor realiza su actividad como con las peculiaridades que conlleva la traducción de los diferentes tipos de textos. De allí se llega a la conclusión, ya mencionada antes, de que "(...) el concepto de traducción se ha ido quedando vacío de contenidos y muerto por sobresaturación" (Santoyo, 1989).

Un panorama tan heterogéneo justifica el intento de replantear algunos problemas básicos de la teoría general de la traducción, sin pretender dejarlos resueltos, sino más bien intentando imprimir otro cauce a la discusión.

A la luz de la teoría comunicativa, la equivalencia de dos textos siempre será dinámica y relativa, porque la situación comunicativa que determina en última instancia el sentido del texto es irrepetible, dada la interacción de dos factores que nunca dejan de ser relevantes: el carácter intersubjetivo de todo acto comunicativo y el carácter intercultural de la comunicación bilingüe. De allí se desprende que no exista equivalencia fuera de un acto comunicativo concreto.

La equivalencia comunicativa se define a partir del principio básico de la traducción e implica la máxima fidelidad posible al programa conceptual del autor del TO y la aceptabilidad del TM en la cultura meta. La imposibilidad de definir la equivalencia comunicativa con mayor precisión no se debe a la limitación de la teoría sino, al contrario, corresponde plenamente a la naturaleza del objeto investigado que es el proceso de comunicación bilingüe equivalente que depende de gran número de factores, tanto objetivos como subjetivos, que lo determinan y que se encuentran en una constante interacción, que a veces llega a ser contradictoria. Por lo tanto, en traducción se descarta cualquier tipo de equivalencia preestablecida. El hecho de que en la LL se den equivalentes de algún componente o componentes del TO no importa en cuanto al concepto de equivalencia comunicativa, puesto que los factores que determinan las opciones del traductor son de naturaleza comunicativa (cognitivo-cultural) y aunque la lengua forma parte del polisistema cultural, en el proceso de la comunicación, entra en interacción con otros factores de naturaleza extralingüística que también integran el polisistema cultural y que tienen primacía sobre la lengua, como se ha visto en el capítulo 1.

A pesar de que puede haber muchos TM equivalentes al mismo TO, la equivalencia comunicativa no es fruto de la arbitrariedad del traductor ya que las posibles versiones del TM deben reunir los dos requisitos básicos antes mencionados. Comprendida de esta manera, la equivalencia comunicativa se convierte en la característica fundamental de la traducción.

Abriendo un paréntesis, y a título de previa observación, nos gustaría subrayar que si se admite que la equivalencia comunicativa de dos textos constituye la propiedad definitoria de toda traducción (Rabadán, 1991a: 52), tendrá que admitirse también que cualquier actividad bilingüe que no persiga la equivalencia comunicativa, no es traducción y no puede ser explicada científicamente en los términos de una misma teoría, puesto que el tipo de actividad cambia junto con su objetivo.

Estamos completamente de acuerdo con Rosa Rabadán en que, para definir la equivalencia, "(...) el único criterio legítimo es el de funcionalidad" y en que las características comunes y constantes, que permiten definir un TM como traducción de un TO "son de naturaleza funcional y relacional" (Rabadán, 1991a: 54).

Al mismo tiempo, no nos parece tan convincente la postura que mantiene la misma autora respecto al concepto de adecuación. Afirma que la adecuación (al TO) y la aceptabilidad en la cultura meta constituyen dos polos de graduación de la equivalencia. En nuestra opinión, este planteamiento encierra dos problemas: el de los polos de orientación del traductor en su actividad y el de la traducción adecuada. Dejando, por el momento, de un lado el problema de la traducción adecuada, veamos qué pasa con los "polos" de orientación del traductor que son, como ya hemos dicho antes, el programa conceptual del autor del TO y la aceptabilidad del TM en la cultura meta. Si en la primera fase de su actividad (la interpretativa) el traductor se orienta hacia el TO y hacia la situación comunicativa que se ha dado en la cultura origen a la hora de ser producido el TO, tratando de interpretar su sentido, el valor comunicativo de cada uno de sus elementos y la jerarquía de las funciones comunicativas, en la segunda fase (producción del TM), la actividad del traductor se vuelve mucho más difícil precisamente porque su orientación llega a ser "bicéfala": está orientada al mismo tiempo hacia el PC A del TO y hacia la aceptabilidad del TM. A veces, esta doble orientación implica una verdadera contradicción de cuya resolución depende la posibilidad de obtener una traducción comunicativamente equivalente. La dificultad del problema reside, precisamente, en que ambas orientaciones constituyen un todo y no "funcionan" por separado. El acercamiento formal al TO en ningún momento puede servirle de orientación al traductor. El único concepto de acercamiento que vale en este caso es la máxima fidelidad posible al PCA del TO sin reparar en los recursos lingüísticos que haga falta emplear con esta finalidad, en el TM. Así que, en nuestra opinión, la doble orientación no implica dos polos, sino un sólo polo bicéfalo, ya que ninguno de estos polos puede tomarse en cuenta por separado, y, por lo tanto, la adecuación al TO (se supone que se trata de la adecuación conceptual, porque la formal no cuenta) y la aceptabilidad del TM, no se sitúan en los dos extremos de un eje sino que se solapan. El traductor se plantea ambas metas en cada momento de su actividad intelectiva. Sólo a posteriori, comparando el TO con el TM (estudios descriptivos y evaluativos), se puede juzgar si el traductor se vio obligado a cambiar la forma de expresar el sentido, que había elegido el autor del TO, y a qué se debe tal "alejamiento". Creemos que sería erróneo interpretar en los estudios teóricos esta doble y contradictoria orientación como dos direcciones o polos, ya que significaría la posibilidad de decantarse hacia cada uno de ellos por separado o sucesivamente. Es posible que esta alternativa amenace a los alumnos que todavía no están formados profesionalmente, pero la teoría de la traducción no se ocupa de los problemas didácticos (objeto de otra rama de la ciencia) sino de explicar y describir el proceso de la traducción tal y como se produce en el caso de la actividad profesional.

En los apartados anteriores, ya hemos destacado que el "alejamiento" del TO no se debe necesariamente a la coincidencia o no coincidencia de dos idiomas a niveles de sistema, norma o uso, sino que depende, antes que nada, de los factores extralingüísticos que forman el polisistema cultural meta, incluso cuando se trata de casos tan difíciles como la expresión en el TM de la función metalingüística, como el juego de palabras que encontramos en una obra de C.J. Cela: – ¿ Ud. no nada nada ? – No, porque no traje traje.

Puede ser traducido al ucraniano a partir de la situación comunicativa y de la función comunicativa (que en este caso es secundaria) que este chiste tiene en el texto, como:

– Ви не купаєтесь? / ¿Ud. no se baña?

– На жаль не наважуюсь / Pues, no me atrevo.

– Причина це секрет? / La causa, ¿es un secreto?