EL CONCEPTO DE EQUIVALENCIA EN TRADUCCIÓN 3 страница

Ahora bien, si el producto (el texto) desvinculado de la situación comunicativa no es una imagen inequívoca de la actividad, menos aún lo será el instrumento, o sea, la lengua, cualquiera que sea el nivel lingüístico o unidades de análisis. Cualquier análisis lingüístico, incluido el que se realiza a nivel semántico, toma en consideración un aspecto del significado (denotativo o connotativo) o del sentido (componente semántico del mismo que ocupa la posición inferior en la estructura jerárquica), o una de las funciones del texto como producto de la actividad (digamos, la informativa o la emotiva), mientras que en el proceso de comunicación ninguno de estos factores aparece en su forma neta, sino como resultado de la interacción de muchos factores vistos, además, a través del prisma subjetivo de cada uno de los comunicantes. Incluso un factor tan importante como las convenciones textuales no es otra cosa que las normas que rigen el comportamiento verbal de los individuos en cada esfera de su actividad, y cualquier norma de comportamiento entra, durante el proceso de comunicación, en estrecha interacción con otros factores que forman sistemas conceptuales en cada cultura y cada acto comunicativo (posturas, intenciones, preferencias, gustos o valores). Debido a todas estas consideraciones, no es posible darle al concepto de equivalencia otras dimensiones que no sean comunicativas.

El carácter intersubjetivo e intercultural de la traducción implica que la situación comunicativa siempre sea irrepetible. De ahí suele deducirse que la ciencia de la traducción no puede considerarse como normativa o, lo que es lo mismo, restrictiva, sino explicativa y descriptiva. Pero la imposibilidad de atribuirle a la Ciencia de la Traducción carácter normativo desde la lingüística, no significa que la comunicación bilingüe equivalente no tenga sus propias normas que siempre serán comunicativas y, por lo tanto, no tendrán mayor aproximación que la que admite el mismo tipo de actividad.

Normas comunicativas de la traducción

¿Será normativa la Ciencia de la Traducción? La premisa básica a partir de la cual se podría contestar a esta pregunta consiste en que las normas de una actividad concreta siempre deben corresponderse con su tipo. En nuestro caso, se trata de una actividad comunicativa, así que las normas de esta actividad, si las hay, también deben ser comunicativas.

Vamos a ver si las normas de la actividad comunicativa monolingüe, que se deducen de la teoría de los actos de habla (de las máximas conversacionales), contradicen o, al contrario, son aplicables a la actividad bilingüe, aún requiriendo ciertas precisiones (en cursiva). Estas normas se reducen a:

Ø La interpretación del texto (en nuestro caso, del TM) no debe ser demasiado costosa para su destinatario.

Ø La comunicación siempre implica la cooperación con el interlocutor(en nuestro caso, el traductor "está dialogando", según terminología de Bakhtín, con dos interlocutores: el autor del TO y el destinatario del TM, y por consiguiente tiene que cooperar con los dos).

El hecho de que se trate de una comunicación bilingüe equivalente (es evidente que puede haber otros tipos de comunicación bilingüe que no lo sean) e intercultural permite deducir, mediante el análisis de las peculiaridades de la actividad del traductor, ciertas normas comunicativas específicas de la traducción. Estas normas no deberían entrar en contradicción con las normas generales de la comunicación verbal. En una primera aproximación, podríamos formular las siguientes normas que, a fin de cuentas, constituyen un desglose del principio operativo de la traducción:

1. Una traducción nunca debe entrar en contradicción con el programa conceptual del autor del TO, es decir:

а) Una traducción no debe dar lugar a falsas implicaturas, o sea, a aquellas que no se desprendan del TO;

b) Una traducción debe recoger las implicaturas relevantes para el programa conceptual del TO y para su comprensión por el destinatario del TM, independientemente de que estas implicaturas tengan marcadores explícitos o implícitos;

2. Una traducción no debe contradecir los factores relevantes de la situación comunicativa de la cultura meta, o sea, debe ser adecuada a la nueva situación.

3. Una traducción no debe entrar en contradicción con las normas de comportamiento verbal y no verbal de la cultura meta, en general, y con las convenciones textuales, en particular (a no ser que la violación de las normas entre en el PC A del TO, p.ej., para caracterizar así a sus personajes; pero incluso en este caso la "violación" de las normas en el TM debe acometerse a partir del polisistema cultural meta).

Estas normas no contienen nada nuevo y se deducen fácilmente del contenido del principio operativo de la traducción que consiste en la doble orientación hacia el PCA del TO y hacia la aceptabilidad del TM en la cultura meta. Sin embargo, nunca se han concebido como normas de la actividad del traductor, circunstancia que se vuelve muy importante cuando se pretende dar una explicación científica a un proceso que hasta el momento se consideraba como no normativo.

Las normas antes formuladas no merman el carácter creativo de la actividad del traductor, dejando margen para muchas (¡pero no todas!) opciones desde la estructura semántica, o sea, lingüística del texto. Sin embargo, establecen límites a las posibles opciones, sirven de una especie de "filtros" comunicativos capaces de impedir la arbitrariedad del traductor en ambas fases de su actividad.

Al mismo tiempo, al recoger las características específicas de la comunicación intercultural (la traducción), estas normas no contradicen en su esencia las normas generales de la comunicación verbal monolingüe. En realidad, el éxito de la comunicación verbal monolingüe depende de que la interpretación del texto por su destinatario no entre en contradicción con el programa conceptual del autor; de que el autor formule sus ideas de manera que no de lugar a falsas implicaturas; de que el texto sea adecuado a la situación comunicativa dada y corresponda a las normas del comportamiento verbal y no verbal de la cultura a la que pertenecen ambos comunicantes.

No cabe duda alguna de que con el avance de los conocimientos sobre la actividad intelectiva del traductor, las normas que caracterizan el proceso irán adquiriendo un contenido más rico, siempre y cuando estos problemas se enfoquen desde un ángulo comunicativo.

 

LA TRADUCIBILIDAD

 

Uno de los temas más debatidos en la historia de la traducción ha sido el de la posibilidad o imposibilidad teórica y práctica de la traducción. Se trata de un interrogante antiquísimo que continúa siendo abordado en la actualidad. ¿Es posible transferir un mensaje lingüístico con signos de una comunidad a otra comunidad con un sistema lingüístico diferente? Las respuestas han sido muchas: desde defensores de la tesis de la absoluta traducibilidad pasando por la traducción relativa, como actividad parcial hasta llegar a la negación de la traducibilidad y la caracterización de la traducción como una actividad imposible.

 

 

Traducibilidad absoluta

Defendida por los que creen en la existencia de una igualdad esencial entre todas las lenguas.

La lingüística chomskiana parte de la convicción de la existencia de universales lingüísticos. La tesis universalista establece que la estructura subyacente del lenguaje es universal y común a todos los hombres. Se piensa que los seres humanos acaban diciendo siempre las mismas cosas, aunque en distintos idiomas (universalidad de espíritus – confusión babélica).

Si las diferencias entre lenguas sólo son superficiales, será siempre factible la traducción de sus manifestaciones, ya que es posible acceder a los universales de los que derivan todas las gramáticas.

Steiner dice que traducir es, por tanto, superar las disparidades superficiales de las lenguas con objeto de traer a la luz sus principios comunes y compartidos, aunque desde otro punto de vista la pragmática lingüística considera que todo lo que puede ser pensado puede ser expresado en cualquier lengua. Así, en principio, la traducción es posible.

Desde la traductología también se defiende esta posibilidad, al considerar al traductor como un simple eslabón intermedio dentro de un proceso de descodificación de un mensaje que se vuelve a codificar con elementos de otro código.

Intraducibilidad

Se fundamenta en la importancia concedida a la lengua en el proceso de conocimiento e interpretación de la realidad. Encontramos aquí la hipótesis de Sapir – Whorf, también llamada Principio de relatividad lingüística.

Algunos puntos fundamentales de esta teoría son:

· Las lenguas naturales con las que el hombre hace comunicable el mundo, son auténticas interpretaciones de este mundo, ya que cada lengua lo estructura y lo segmenta a su manera.

· Los significados de palabras sueltas en lenguas distintas no pueden compararse entre sí, ni menos aún considerarse equivalentes, porque en cada caso dependerán de la posición que ocupen dentro de los campos semánticos en que cada lengua tiene estructurados sus contenidos lingüísticos.

En definitiva, Sapir –Whorf, nuestra comprensión de la realidad está siempre determinada por la estructura de nuestra lengua materna. Si el mundo es comprendido y pensado por el hombre por medio de su lenguaje, y si estructuramos la realidad según las líneas trazadas por nuestras lenguas maternas, las lenguas pueden parecer entonces instrumentos no intercambiables, ya que cada una posee los medios adecuados para definir la realidad que le es propia.

Por tanto, si una lengua es el instrumento de expresión del modo de ver la realidad desde una perspectiva determinada, ¿cómo es posible pretender la reproducción de esa realidad desde otra perspectiva y mediante otras herramientas de expresión?

La traducción relativa (ni traducibilidad ni intraducibilidad)

Se trata de la tendencia actual en el mundo de la traductología. Defiende un término medio que no infravalora el papel de la lengua en el proceso, como ocurría en la primera postura, y que tampoco sobrevalora dicho papel, como ocurre en la segunda postura. La traducibilidad nunca puede ser total, sino sólo relativa, entre otras cosas por el simple hecho de que la comprensión del texto nunca podrá ser absoluta.

García Yebra hablando de traducción literaria, comenta los obstáculos que el texto presenta para su comprensión total y que en el mejor de los casos el traductor lo que traducirá será lo que haya comprendido.

Estas tres posturas pueden ser vistas a partir de tres conocidos trabajos sobre la teoría de la traducción:

· Ortega y Gasset con su Miseria y Esplendor de la Traducción. La traducción era calificada como afán utópico basado principalmente en las barreras que suponen las distintas lenguas, como expresión de diferentes maneras de pensar.

· Walter Benjamín en La tarea del traductor. Frente a Ortega, considera que los elementos de cada sistema de lengua, expresan modos de pensar que sí son análogos en todas las comunidades lingüísticas. En realidad, para Benjamín, esta relación entre lenguas, a la que él llama entender universal, viene propiciada por la traducción. La traducción es válida mientras cumpla el papel de proporcionar este entender universal. La teoría de Benjamín justifica la posibilidad de la traducción, supera las barreras de las que hablaba Ortega, abstrayendo la traducción del ámbito de las lenguas para situarla en el plano de un lenguaje universal.

· Jakobson considera que el hecho de comparar lenguas para establecer correspondencias entre ellas significa hablar de su posible traducibilidad, pero por otro lado, la necesidad de recurrir a gramáticas y diccionarios, el hecho de que para realizar una buena traducción sean precisas las semejanzas y diferencias de un mismo término en lenguas distintas nos hace concebir la intraducibilidad.

Todas las lenguas sirven para expresar cualquier experiencia de orden intelectual, sea cual sea la clasificación de la realidad que suponga. Si se produce algún hueco en la terminología, ésta puede adaptarse, amplificarse mediante préstamos, neologismos o mediante circunloquios.

En definitiva, para Jakobson, hablar de traducción en el sentido de correspondencia exacta y total no existe; pero sí se puede hacer una aproximación global entre lenguas, por distintas que éstas sean.

Existe una pérdida manual de contenido, debido a la necesidad de hacer elecciones con motivo incluso de la estructura gramatical de cada lengua. Esto, por supuesto, se soluciona con el contexto, así que cuanto más rico sea el contexto, más pequeña será la pérdida de información.

Reconoce además que la dificultad de la traducción se acentúa cuando se hace preciso atender a lo que él llama actitudes mitológicas de la comunidad lingüística y a la existencia de una carga semántica especial hasta en la cuestión de las categorías gramaticales. Comenta que para ser fiel al original, aquí se hace necesaria una especie de recodificación interpretativa. Hay que insistir que en el campo de la poesía dice que ésta por definición es intraducible y que en ella sólo cabe una transposición creadora.

En definitiva, parece que plantearse el problema de la transferencia semántica denominada traducción ha sido ante todo plantearse el problema de la diversidad de los sistemas lingüísticos y de la necesidad y posibilidad de comunicarse entre ellos.

La posibilidad de forzar o distorsionar unos signos lingüísticos para que se adapten a las necesidades de otro sistema no parece tan evidente ni es tan simple. Sin embargo, aunque desde una perspectiva lingüística pueda pensarse en la imposibilidad de traducir, lo que no puede negarse es que la traducción es una tarea repetida a diario por muchos profesionales y éste es el mejor argumento a favor de su viabilidad.

Para Mercedes Tricás la traducción es posible por una razón primordial: las lenguas poseen, además de una dimensión lingüística, una dimensión comunicativa. Entonces la capacidad de los sistemas lingüísticos para comunicar ideas, sentimientos, hace que estos puedan adaptarse mediante estrategias diversas y complejas a las más variadas necesidades expresivas.

Dice Tricás que es preciso contemplar la traducción esencial, como un acto de comunicación y si las lenguas pueden poseer, por ejemplo, términos que no tengan equivalentes, siempre es posible que en el interior de una situación comunicativa, el emisor encuentre el modo de hacer llegar a un oyente el sentido que dichos términos recubren.

En definitiva, un texto nunca podrá ser totalmente intraducible. Puede presentar serias dificultades de traducción en algunos segmentos pero incluso en éstos, integrados en una situación de comunicación, es posible, una transferencia como mínimo parcial del sentido.

Dice Tricás que es justo y conveniente reconocer la existencia de ciertos problemas de intraducibilidad, la cual puede situarse en dos niveles: intraducibilidad lingüística e intraducibilidad cultural. Dentro de la lingüística, cada binomio de la lengua puede presentar dificultades en la transferencia de su materia lingüística, los típicos ejemplos “fleuve, rivière” siempre son solucionables a partir de la contextualización del vocablo.

De todas formas, defender la posibilidad de reproducir exactamente en la traducción ciertas construcciones como por ejemplo los juegos de palabras revelaría un optimismo poco realista; es decir, la intraducibilidad puede encontrarse en casos concretos cuando todos los recursos se han agotado y no se ha logrado una equivalencia funcional entre los dos textos.

En cuanto a la intraducibilidad cultural, los problemas planteados por la transferencia de los diferentes códigos culturales son más complejos. Cuando las lenguas que el traductor debe poner en contacto son el vehículo de expresión de sistemas sociales y culturales muy alejados entre sí, los problemas de transferencia cultural pueden ser notables, sobre todo si entre el texto y la traducción han transcurrido muchos años. Claro está que entre lenguas más próximas las distancias son menores y la traducción es más accesible, porque existe una zona común, es decir, un conjunto de conocimientos, creencias, costumbres compartidas. De todas maneras, dice que en el caso de un elemento transferible por su pertenencia a una cultura ajena y sin equivalentes en la cultura de llegada, la dificultad se puede solventar con mayor facilidad que cuando hay mayor coincidencia cultural, gracias al mayor margen de maniobra cultural que tienen los textos que en esta ocasión no se encuentran limitados por aspectos formales del idioma.

En otras ocasiones, la aparente intraducibilidad cultural viene motivada por una falta de conocimiento del contexto cultural de la lengua de partida y de la de llegada por parte del traductor.

Rosa Rabadán dice que es preciso abandonar los planteamientos de posibilidad / imposibilidad por unas posturas más pragmáticas y que respondan más a la realidad. La traducción sí es posible y por lo tanto es un anacronismo hablar de intraducibilidad en sentido genérico. Sin embargo, tampoco es posible traducirlo todo. Surge lo que se llama inequivalencia, es decir, determinadas zonas donde la expresión de la equivalencia queda limitada. Pero son eso, limitaciones de distinto tipo para la expresión, pero no imposibilidad. La inequivalencia será para ella una noción funcional que surge de la imposibilidad de someter todos y cada uno de los rasgos del texto original a los parámetros de aceptabilidad del polo meta.

Un análisis de los productos de la traducción demuestra la existencia de determinadas áreas en las que es frecuente la limitación de la expresión de equivalencia.

Siguiendo a César Santoyo, Rabadán divide la inequivalencia en tres grandes áreas:

1. La derivada de cuestiones lingüísticas.

2. La impuesta por factores extralingüísticos.

3. La ontológica, surgida del desconocimiento del autor.

1. Entre las limitaciones de carácter lingüístico destaca la variación intralingüística (variantes geográficas, diacrónicas o sociales) como el empleo de normas marginales frente a la norma estándar para caracterizar personajes. Esto presenta muchas dificultades para su transferencia; la configuración geográfica y dialectal de dos lenguas no son equiparables, y menos aún las relaciones intrasistémicas que se establecen. Las variantes sociales se pueden traducir sólo cuando dos contextos situacionales y la organización social sean equiparables. Aquí, habla también de unos límites metalingüísticos. Traducir los textos de lingüística; al traducir los ejemplos del texto ¿mantenerlos o adaptarlos?

2. Se refiere a las posibles inequivalencias derivadas del medio. Se refiere sobre todo a la traducción subordinada en la que la parte lingüística está muy condicionada por los soportes extralingüísticos que la acompañan. El soporte icónico forma parte en el cómic y la historieta y, para traducirlos hay que modificar el dibujo. En la canción hay un código musical y oral. En el cine con el subtitulado y el doblaje. En la ópera con la escenografía. En el humor, del cual dice que es un sentimiento social, distinto en cada cultura y por tanto, la recepción.

3. Los límites del conocimiento del traductor. Siempre se ha hablado de sus conocimientos en las lenguas. El traductor no tiene derecho a robarle al receptor la información original, parte del trabajo original, debido a sus interpretaciones deficientes o sus supresiones voluntarias derivadas de su desinformación.

Está claro que hay riesgo de ilimitaciones en toda transposición. Por esta razón los teóricos de la traducción como, por ejemplo, Delisle nos ponen en guardia ante una pretensión de perfeccionamiento exagerado. Nos recuerda que traducir consiste básicamente en elaborar un mensaje que se aproxime en la medida de lo posible al acto de comunicación inicial.

Traducir significa reproducir lo que se ha dicho y comprendido por otro, pero no en una ecuación lingüística, sino recreando la expresión original en unos valores que sean familiares para unos nuevos receptores. Se trata, en definitiva, de forzar un contenido en otro ámbito cultural, y volviéndolo a pensar con otra vestimenta lingüística. Hay quien opina que la insatisfacción que siente el traductor al acatar su trabajo se debe a su idea errónea de la traducción como una simple labor de reproducción del original.

Se dice que esta dialéctica metodológica en torno a si es posible o no la traducción, en realidad surge del propio traductor cuando siente la necesidad de justificar a posteriori sus trabajos. Pero es que el traductor no es un simple intermediario entre hombres separados por barreras lingüísticas, no es un esclavo del autor original, no es un simple codificador y descodificador de mensajes, sino que es ante todo un intérprete y no puede centrar su problema en la dificultad o no de encontrar equivalencias lingüísticas.

Por otra parte, hay quien opina que, vistas las dos posiciones extremas, el lector de una traducción lo que estará haciendo será, o bien tratar con una aproximación parcial que se esfuerza por asemejarse en lo posible al original, o estará leyendo un original del traductor basado en una obra que a ese traductor le ha servido de idea fuente.

Esta opinión de los dos extremos podría concluirse con García Yebra, que basado en la incomparabilidad del léxico, morfología y sintaxis de las distintas lenguas, así como en la disparidad de las culturas correspondientes, hay que reconocer que es imposible la traducción perfecta; pero si los actos humanos no sólo son aceptables, sino excelentes si se realizan lo mejor posible, a esta calidad debemos aspirar también en la traducción.

 

FACTORES QUE DETERMINAN LA ACTIVIDAD DEL TRADUCTOR

 

Uno de los problemas más importantes que siempre se plantea la teoría de la traducción es explicar científicamente la naturaleza y la interacción de los múltiples factores que influyen en la estrategia y en las opciones del sujeto de la actividad bilingüe equivalente. Aparte de su importancia científica, el problema es de sumo interés para la práctica y la didáctica de la enseñanza de la traducción.

Cualquier ciencia, se enfrenta no sólo con la necesidad de establecer los factores que influyen en el objeto estudiado (en nuestro caso, la actividad traductora), sino también de estudiar las relaciones existentes entre estos factores. A lo largo de su historia, la humanidad se valía de la idea de causa y efecto para sistematizar su experiencia. Las relaciones causales, son un componente inseparable de todo proceso cognitivo. Sin embargo, la misma interpretación del concepto de causalidad había ido evolucionando constituyéndose en dos teorías filosóficas opuestas: el determinismo y el indeterminismo. Si los deterministas sostienen que todo acto humano es el resultado de causas sobre las cuales el sujeto no ejerce ningún control, los indeterministas consideran que el factor principal es la voluntad del sujeto, aun admitiendo cierta influencia en su actividad de experiencias anteriores, herencia, hábitos o instintos. Los planteamientos extremistas de ambas concepciones fueron revisados por las ciencias relacionadas con el comportamiento humano (psicología cognitiva y social, pragmática, sociología, socio y psicolingüística y otras).

Carácter del determinismo en traducción

Tradicionalmente se consideraba que el determinismo, siendo una abstracción filosófica, se manifestaba sólo en las relaciones causales. Con el tiempo, quedó claro que, aunque todos los fenómenos y procesos tienen su causa, no siempre se puede explicar un fenómeno únicamente a través de relaciones causales, pasando por alto los demás tipos de relaciones, lo que adquiere especial evidencia siempre que se trate del comportamiento humano que tiene a la vez carácter subjetivo y social. Se llegó a la conclusión de que la relación causal está estrechamente vinculada con otras relaciones como las de necesidad y eventualidad, de posibilidad y realidad, de determinación e indeterminación. Más aún, los estudios sobre el tema realizados ya en el marco de la teoría de la traducción, demuestran la existencia de múltiples formas de interrelación de tipo determinista que van mucho más allá de las relaciones causales en el sentido estricto de la palabra, como la influencia en la actividad del traductor de factores temporales, espaciales y funcionales o la relación que se da entre un todo y sus partes.

La mayoría de las veces, los factores que determinan el comportamiento verbal no son evidentes, y una de las tareas fundamentales de la ciencia consiste, precisamente, en revelar y estudiar esos factores, así como establecer su carácter e interacción. Los filósofos distinguen dos tipos de determinismo: el rígido y el probabilista. Las relaciones de determinación probabilista se dan en situaciones que admiten soluciones alternativas, cuando junto a las causas objetivas de un fenómeno, entran en juego otros factores de carácter subjetivo. Es, precisamente, lo que ocurre en la comunicación verbal que, aparte de ser intersubjetiva (factor que se acentúa en el caso de la comunicación bilingüe por la presencia del "tercer sujeto"), tiene un instrumento (la lengua) que por su naturaleza (falta de paralelismo entre forma y contenido) no admite un determinismo rígido.

La actividad que no esté rígidamente determinada siempre admitirá más de una solución al problema, como ocurre con el juego de cartas. El jugador elige la opción que le parece más adecuada en un momento dado y a partir de múltiples factores. Algunos autores incluso comparan las opciones del traductor con las del jugador. Gorlee sostiene que la traducción es un juego heurístico con un jugador que se rige en su estrategia por el principio "minimax" que implica el mínimo de pérdidas y el máximo de "ganancia".