No hay conflicto entre la Biblia y las ciencias

 

La tercera postura consiste en negar el conflicto, en un deseo bienintencionado de conciliar ambas partes. También aquí caben matices.

 

2.3.1. A veces se utilizan argumentos muy ingenuos, que pretenden hacer decir a la Biblia lo que no dice[67]. Un ejemplo. Dentro de la teoría evolucionista, la vida, en sus formas más elementales, surge en el mar. Los concordistas encuentran aquí una confirmación de la verdad de la Escritura, ya que, según Gen 1,20, los peces son creados antes que las aves, los reptiles y las fieras. Sin embargo, cualquier conocedor de la teoría evolucionista (incluso a niveles elementales y divulgativos) advierte la imposibilidad de compaginar esta hipótesis científica con el relato del Génesis.

O la creación del mundo en seis días. En el comentario a una página web sobre la iglesia y la evolución una tal Jennifer intenta convencer a Akub del siguiente modo:

 

«Es verdad, es imposible que hayan sido 6 días de 24 horas cada uno. Lo que muchos no saben es que esos días que menciona el relato de Génesis son simbólicos. Comparando este relato con la carta bíblica llamada Hebreos podemos notar que cada día en realidad equivale a casi 6000 años. ¿Qué tal? Esto son solo algunos detalles que mucha gente no ha notado respecto a la exactitud científica de la Biblia.»

 

2.3.2 Otras veces se hace decir a los datos bíblicos más de lo que dicen. Esta actitud ha encontrado bastante difusión en Internet basándose, a veces sin decirlo, en el libro de Henry Morris, Las Bases Bíblicas de la Ciencia Moderna, publicado en 1984[68]. En él intenta demostrar que ciertos versículos de la Biblia contienen verdades científicas que sólo ahora somos capaces de entender totalmente, gracias a la ayuda de la ciencia moderna y que detecta en apartados tan diversos como Oceanografía, Meteorología, Astronomía, Geografía y Medicina.

Basándose en Morris, una página web[69] indica los siguientes datos:

ü La redondez de la tierra (Isaías 40,22)

ü La casi infinita extensión del universo sideral (Isaías 55,9)

ü La ley de la conservación de la masa y de la energía (II Pedro 3,7)

ü El ciclo hidrológico (Eclesiastés 1,7)

ü El vasto número de estrellas (Jeremías 33,22)

ü La ley de la entropía (Salmo 102, 25-27)

ü La importancia primordial de la sangre en el proceso vital (Levítico 17,11)

ü La circulación atmosférica (Eclesiastés 1,6)

ü El campo gravitacional (Job 26,7)

 

Y en otra pueden leerse las siguientes afirmaciones:

 

«Históricamente se sabe que la ciencia nunca tuvo un desarrollo significativo sin que existiese antes la influencia del cristianismo. Por lo tanto nunca hubo ni una mínima contradicción entre la Biblia y la ciencia. Más bien, son las interpretaciones científicas las que entran en conflicto con las Santas Escrituras o, incluso, la interpretación del cristiano con los hechos bíblicos. El problema surge cuando el científico insiste en que su interpretación o teoría es la única válida. (…) La ciencia tiene sus límites: puede decirnos como obtener conocimiento en base a experimentos, pero no sabe decirnos qué hacer con ese conocimiento. La ciencia puede decirnos como funciona nuestro cuerpo, pero no nos dice por qué lo tenemos. La ciencia no tiene respuestas a preguntas morales, no es su papel. La Biblia, en cambio, tiene las respuestas (y siempre las ha tenido) que la ciencia no encuentra hasta el día de hoy. Si los grandes científicos de la historia hubiesen abierto la Biblia una sola vez en su vida, no se habrían roto la cabeza queriendo descubrir cosas que la Biblia ya las había mencionado mucho antes. (Subrayado mío)»

 

2.3.3. Otra forma de suprimir el conflicto consiste en interpretar los milagros como hechos naturales. Incluso el piadoso judío Filón (15/10 a.C. – 45/50 d.C.) presenta el milagro de la roca que mana agua como algo comprensible para cualquier pagano. Este recurso, que también encontramos en Renan (1823-1892) para explicar los milagros de Jesús, se generaliza a mediados del siglo XX. El libro más famoso dentro de esta línea es del Werner Keller, Y la Biblia tenía razón. La verdad del Antiguo Testamento comprobada por las investigaciones arqueológicas, publicado en 1955, traducido a más de veinte idiomas, con una tirada global de millones de ejemplares. En la misma línea se enmarcan los numerosos intentos por explicar las plagas de Egipto y el paso del Mar de las Cañas.

 

2.3.4. Otras, se falsean los datos y las opiniones de los científicos para proponer una interpretación favorable a la Biblia. El caso más reciente y flagrante es el documental realizado en 2005 por Simcha Jacobovici, The Exodus Decoded, para «History Channel». Las tergiversaciones de Jacobovici las ha refutado lentamente Christopher Heard en doce artículos publicados en internet.

Lo anterior es distinto al esfuerzo por conciliar fe y ciencia, como pretende Michael Ruse en su libro ¿Puede un darwinista ser cristiano? Siglo XXI, Madrid 2007 (original inglés publicado en 2001).