EL CONCEPTO DE EQUIVALENCIA EN TRADUCCIÓN 4 страница

Está claro que las múltiples relaciones que determinan la actividad del traductor no se reducen sólo a las de causa y efecto, aunque, grosso modo, pueden ser explicadas por esta relación. Sin embargo, hay que especificar las relaciones de determinismo y sus manifestaciones peculiares en la actividad bilingüe equivalente, estudiar la naturaleza de los factores que determinan la estrategia y las opciones del traductor, para aportar, de esta manera, no sólo una explicación científica al proceso de la traducción sino también delimitar, con diferentes grados de aproximación, soluciones alternativas más allá de las cuales el TM ya no sería traducción del TO

Naturaleza de los factores que determinan la actividad traductora

Los factores que determinan la estrategia y delimitan las opciones del traductor están estrechamente vinculados a la actividad comunicativa de los otros participantes en la comunicación bilingüe. Esto no quiere decir que no haya factores relacionados exclusivamente con la actividad del traductor. Lo que pretendemos aclarar es que las tres actividades comunicativas (del autor del TO, del traductor y del destinatario del TM) están correlacionadas: los factores que determinan el comportamiento del traductor están relacionados no sólo con él, como sujeto de la actividad y como profesional, sino también con los otros dos sujetos de las actividades comunicativas respectivas: la de producir el TO y la de comprender el TM. En cada uno de estos casos, el texto es el producto o el objeto de la actividad. Si para el autor del TO el texto es el producto y para el destinatario del TM, el objeto de sus actividades respectivas, para el traductor, el TO es el objeto y el TM el producto de su actividad intercultural que a menudo se llama, más bien en sentido metonímico, actividad textual.

Por importantes que sean los otros dos participantes en la comunicación bilingüe, el éxito de ésta depende del traductor. Es a él a quien corresponde "sopesar" los diferentes factores y tomar una decisión. Las funciones del traductor son múltiples: aparte de la función comunicativa, cumple la función ideológica, la acumulativa (culturológica) y hasta la "correctiva", tratando de producir un TM que no contenga deficiencias que pueden darse en el TO por la incompetencia lingüística de su autor. Al cumplir cualquiera de estas funciones, el traductor afronta la difícil tarea de desobjetivizar tanto el TO ("sacar" su sentido subjetivo), como el TM (desde la óptica de su destinatario) para poder luego objetivizar este último de manera adecuada a la nueva situación. Las teorías lingüísticas de la traducción se caracterizaban, entre otras cosas, precisamente por hacer caso omiso del carácter intersubjetivo de la comunicación, pasando por alto que "(...) no son sistemas ni estructuras los que entran en contacto, sino personas que son portadoras de ciertas culturas, hábitos, costumbres, valores; la misma lengua es tan sólo un elemento de todo un complejo de relaciones y valores humanos”.

En lo que se refiere a la traducción, el contacto se realiza entre tres personas, como mínimo, con sus mentalidades, valores y costumbres respectivos; estas personas pertenecen a dos culturas y, a veces, hasta civilizaciones diferentes. Tradicionalmente, se considera que el traductor desempeña en su actividad heurística dos papeles; en realidad, creemos que son tres: el de intérprete del programa conceptual del autor del TO, el de coautor y, simultáneamente, autor del TM, puesto que actúa conforme al PCA del TO (un programa conceptual que no es suyo) y, al mismo tiempo, produce un texto nuevo. Estas tres actividades del traductor son intelectivas y creativas, aunque su creatividad no es completamente libre. A la hora de interpretar el TO, su actividad está delimitada por el PCA que aparece en forma objetivizada en el contenido semántico del texto. Para desobjetivizar el PCA del TO, el traductor necesita ciertos conocimientos que le ayuden en esta tarea. A la hora de producir el TM y desempeñar el doble papel de su coautor/ autor, la creatividad del traductor también se ve coartada. Sus opciones están determinadas y delimitadas por diferentes factores cognitivo- culturales entre los cuales pueden darse casos de intertextualidad cultural. Estos factores podrían considerarse objetivos (la no coincidencia de dos polisistemas culturales en sus diferentes aspectos), de no ser por el carácter subjetivo de su interpretación por el traductor y el destinatario del TM que, siendo representante de su cultura, no deja de tener características individuales (conocimientos, valores y hasta concepciones).

Así que, en la actividad del traductor están estrechamente interrelacionados factores objetivos, socialmente reglamentados, y subjetivos (creativos). Esta interrelación se da en cualquier tipo de actividad.

Abriendo un paréntesis, cabe destacar que los componentes creativos de la actividad del traductor encierran el peligro de que éste vaya más allá de los límites establecidos por el PCA del TO y por la aceptabilidad del TM, circunstancia que hace necesarias ciertas normas comunicativas que delimiten la arbitrariedad del traductor.

Ahora bien, los factores que determinan la actividad del traductor entran en juego desde el mismo momento de encargársele la traducción. En este sentido la traducción siempre está socialmente determinada. El encargo ya implica datos (generalizados en mayor o menor grado) sobre el futuro destinatario del TM (editorial / revista / periódico/ empresa que encargan la traducción o el destinatario /destinatarios de una interpretación). Más aún, el encargo determina el mismo tipo de actividad bilingüe, o sea, si ésta será equivalente (traducción) o heterovalente (producción de un TM que tenga distinta función comunicativa y por lo tanto distinto programa conceptual que el TO). A partir de este momento, entran enjuego factores que determinan la actividad del traductor y que pueden subdividirse en dos grupos. El primer grupo lo integran los factores comunicativos universales que determinan tanto la comunicación monolingüe como la bilingüe. Se correlacionan con las competencias comunicativas de los comunicantes y se asientan en un sistema de saberes y en una situación comunicativa dada.

Tradicionalmente, se distinguen los siguientes saberes universales: el saber lingüístico, los saberes extralingüísticos (todo tipo de conocimientos enciclopédicos y de fondo, vivencias o experiencias acumulados en el curso de la actividad cognitiva del individuo y necesarios para el éxito de la comunicación), y el saber de las condiciones en que se produce y funciona el texto (saberes situacionales).

En la literatura traductológica, los factores que determinan la actividad específica del traductor se subdividen en dos grupos: lingüísticos (no coincidencias de dos lenguas a diferentes niveles) y extralingüísticos (no coincidencias de dos culturas en aspectos diferentes: social, histórico, étnico, religioso, etc.). Los saberes situacionales se incluyen en el segundo grupo.

El hecho de que los factores que determinan la actividad comunicativa del traductor se subdividan en lingüísticos y extralingüísticos, tiene su lógica dentro de un paradigma lingüístico, puesto que se distingue entre la equivalencia formal y la que no lo es. Sin embargo, si admitimos que la equivalencia comunicativa no depende de la equivalencia formal, es decir, de la posibilidad/imposibilidad de conseguir la coincidencia semántica (lingüística) de dos textos, semejante clasificación deja de ser lógica.

Últimamente, con el desarrollo de la lingüística textual y la textología contrastiva, en el grupo de factores lingüísticos se incluyen las normas de comportamiento verbal, en general, y las convenciones textuales, en particular. Sin embargo, como ya hemos visto en los apartados anteriores, las normas de comportamiento verbal no son un fenómeno lingüístico, sino cultural. Ya hemos citado ejemplos que demuestran que una opción correcta desde la lengua puede no serlo desde las normas de comportamiento verbal (Роздягніться до пояса – Desnúdese de medio cuerpo para arriba, mientras que Desnúdese hasta la cintura, contradice las normas de comportamiento verbal sin contradecir las normas lingüísticas). Incluso dentro de la misma lengua que se utiliza en dos culturas, puede darse una no coincidencia de las normas del comportamiento verbal. Así, en España, el anuncio en los aparcamientos públicos dice Completo y en Argentina, No hay lugar. La no coincidencia de las normas de comportamiento verbal se hace mucho más acentuada si dos culturas tienen distintas lenguas. Desde la lingüística, Buenos días es una fórmula de saludo y Adiós, de despedida. Sus equivalentes ucranianos Добрий день / До побачення aparecen en los diccionarios bilingües, mientras que la fórmula Adiós, buenos días que se emplea en la cultura española en determinadas situaciones, no aparece en ningún diccionario monolingüe ni bilingüe y no tiene equivalente en la cultura rusa. No es un fenómeno lingüístico (desde la lingüística buenos días y adiós son fórmulas antonímicas) sino cultural.

En nuestra opinión, cabe por lógica prescindir de la subdivisión de los factores que determinan la actividad del traductor en lingüísticos y extralingüísticos, recogiéndolos en un grupo de factores cognitivo-culturales, puesto que todos los factores, incluidos los que están relacionados con las normas de comportamiento verbal, tienen naturaleza cognitivo-cultural. La justificación filosófica de semejante planteamiento radica en que los recursos lingüísticos por sí solos no tienen sentido (únicamente poseen significado). Adquieren sentido exclusivamente en un acto de comunicación realizado por los "portadores" de ciertas culturas y sistemas conceptuales que incluyen tanto concepciones socialmente reconocidas como individuales, que no siempre coinciden con aquéllas. La producción de un texto y su interpretación siempre se realizan desde un sistema conceptual, aunque éste sea erróneo (no corresponda a la verdad). El famoso eslogan de que la lengua es el instrumento de la comunicación verbal, no es más que un decir, puesto que la lengua de por sí, fuera de los sistemas conceptuales cuyos portadores son los comunicantes, no es capaz de expresar sentidos y por consiguiente ser instrumento de comunicación. La lengua es tan sólo uno de los instrumentos de la comunicación verbal. El saber construir correctamente oraciones no significa dominar una lengua. El dominio de una lengua supone saber utilizarla para expresar conceptos conforme a las normas de comportamiento verbal admitidas en una cultura dada. El hecho de que la comunicación verbal sea posible, a pesar de su carácter intersubjetivo, se debe a una interacción constante entre factores subjetivos y objetivos. La lengua se utiliza, en este sentido, para acercar las concepciones individuales a las sociales, compartidas por una sociedad dada. Y, aunque este acercamiento nunca es total, resulta suficiente para que haya entendimiento entre los individuos que pertenecen a la misma cultura siempre y cuando compartan los conocimientos presupositivos, enciclopédicos y de fondo necesarios en cada caso concreto. De allí la conclusión de que, al hablar de la actividad comunicativa, sería erróneo concebir los saberes lingüísticos desvinculados de los saberes cognitivo-culturales, aunque puede ocurrir lo contrario, puesto que es posible expresar conceptos valiéndose de recursos no verbales (esquemas, gráficos, fórmulas, gestos o mímica). Ahora bien, al pasar de una cultura a otra, cambian las orientaciones sociales, algunos conceptos y hasta sistemas conceptuales, así como las normas de comportamiento verbal y no verbal. Insistimos en este punto, en cuanto que el cambio de lengua va inseparablemente unido al cambio del sistema conceptual. Otro aspecto del problema es, como ya hemos dicho, que el alcance del cambio depende de la distancia entre las culturas. El traductor se ve obligado a contar con estos cambios y producir un TM aceptable conceptualmente en la cultura meta, tomando en consideración tanto la diferencia de los sistemas conceptuales, colectivos e individuales (siempre que sea posible enterarse de estos últimos), como de las normas de comportamiento verbal y no verbal admitidos en la cultura meta, y no las normas lingüísticas per se.

Semejante enfoque permitiría poner fin, por una parte, a la contraposición entre factores lingüísticos y extralingüísticos, que no tiene, en realidad, razón de ser en una actividad intelectiva e intercultural y, por otra, centrar la atención en un estudio más profundo de los factores cognitivo-culturales de la comunicación bilingüe.

En este sentido, cabe tener presente que la comunicación bilingüe se desarrolla a un macronivel y tres microniveles. El macronivel abarca tres grupos de factores, relacionados con los tres comunicantes y con los tres microniveles respectivos:

1. el autor del TO, su actividad comunicativa, el TO como imagen y producto de su actividad;

2. el traductor, su actividad comunicativa, el TM como imagen y producto de su actividad;

3. el destinatario del TM, su actividad comunicativa, el producto de la misma (su versión interpretativa del TM) y la correlación que ésta guarda con el producto de la actividad comunicativa del autor del TO.

Cada uno de los elementos que constituyen el macro y los microniveles de la comunicación bilingüe están determinados por factores cognitivo-culturales y, al mismo tiempo, algunos de estos factores (los que resulten relevantes en una situación dada) determinan la actividad del traductor. Dicho en otras palabras, las relaciones de determinismo se dan tanto entre los comunicantes como entre sus actividades comunicativas y los productos de sus actividades respectivas. Así que, al analizar los factores que determinan la actividad del traductor, no podemos pasar por alto aquellos factores de los otros dos microniveles que influyen tanto en la actividad del traductor como en su producto.

Aparte de su correlación con las actividades de los otros dos comunicantes, la actividad del traductor está también autodeterminada tanto en la etapa de interpretación del TO como en la de producción del TM. El hecho de que sea prácticamente imposible encontrar dos traducciones iguales del mismo texto se debe no sólo a la sinonimia de los recursos lingüísticos y al carácter multifacético de la información contenida en el TO, sino a que el traductor, siendo uno de los sujetos de la actividad intersubjetiva, tiene su propio mundo de conocimientos, experiencias, vivencias, sensibilidad, o sea, sus concepciones, y un determinado nivel de profesionalidad. Esto significa que, aparte de los factores "externos" relacionados con la actividad de los otros dos comunicantes, existen factores "internos" relacionados exclusivamente con la personalidad del traductor.

Y, finalmente, existe otro factor "externo" que es muy importante y que suele, sin embargo, subestimarse. Son las "condiciones de trabajo" del traductor, o sea, las condiciones en que transcurre el proceso de la traducción. Este factor debería entenderse en un contexto bastante amplio que abarque tanto la modalidad de traducción (escrita, consecutiva, simultánea, bilateral) como el tipo de texto traducido (artículo de opinión, editorial, artículo científico, novela, cuento infantil, obra teatral, guión cinematográfico...)

Especificación de los factores comunicativos

Como ya hemos dicho, los factores que determinan la actividad del traductor se sitúan en dos esferas estrechamente vinculadas: la cognitiva y la cultural. Sin la competencia cognitivo-cultural que incluye, entre otros saberes, el de emplear los recursos lingüísticos desde ciertas concepciones, el traductor no podrá desobjetivizar el TO, ni objetivizar el TM de manera adecuada a la nueva situación. En una estrecha interacción con los factores cognitivo- culturales, "actúan" los factores situacionales, o sea, aquellas circunstancias externas en que transcurre el acto de comunicación y que resulten relevantes para cada caso concreto. Rigurosamente dicho, la situación comunicativa se está creando, antes que nada, por los propios comunicantes (sus respectivas personalidades, su manera de ser y de comunicarse, sus intereses, motivos y objetivos). Los tres participantes en la comunicación bilingüe son factores constantes de las dos situaciones comunicativas que se dan en un acto de comunicación bilingüe. Sin embargo, existen algunas circunstancias que se imponen, por decirlo de alguna manera, en el comportamiento verbal y no verbal de cada uno de ellos y repercuten en la estrategia y opciones del traductor. Entre estas circunstancias figuran el tema, el lugar y el tiempo de la comunicación, los papeles sociales de los comunicantes y, como no, las condiciones de trabajo del traductor.

Huelga decir que ambos grupos de factores, los cognitivo-culturales y los situacionales, no actúan por separado, se solapan en parte formando un único grupo de factores comunicativos que algunas veces se denominan genéricamente situación comunicativa. Los dividimos en dos subgrupos (factores cognitivo-culturales y factores situacionales) sólo para facilitar su análisis.

Los factores cognitivo-culturales podrían ser reducidos, en una primera aproximación, a:

ü conocimientos presupositivos, enciclopédicos y de fondo del traductor y la idea que éste tiene acerca de los conocimientos respectivos de los otros dos participantes en el acto comunicativo, vistos como representantes de sus respectivas culturas;

ü conocimientos conceptuales del traductor y su idea sobre los conocimientos conceptuales de los otros dos participantes en el acto comunicativo, vistos como representantes de sus respectivas culturas;

ü conocimientos del traductor sobre las normas de comportamiento verbal y no verbal, incluyendo las convenciones textuales, y su correlación con los sistemas conceptuales en ambas culturas.

Estos factores nunca dejarán de ser relevantes cualquiera que sea la situación comunicativa, lo único que puede variar es el grado de relevancia de cada uno de los factores mencionados.

Los factores que denominamos condicionalmente "situacionales" varían de un acto de comunicación a otro. Son:

ü conocimientos del traductor sobre el tema concreto de la comunicación;

ü conocimientos del traductor sobre el autor del TO como individuo (su concepción individual del mundo, actitud hacia el tema, su condición social, etc.);

ü idea sobre la manera individual del autor de conseguir los objetivos de su actividad verbal)6, qué el traductor está formándose en el proceso de la desobjetivización del TO;

ü conocimientos del traductor sobre las demás circunstancias de comunicación que pueden resultar relevantes en un caso concreto;

ü conocimientos sobre el destinatario como individuo (su concepción individual del mundo, etc.), y la idea que el traductor se forma de su actividad comunicativa individual orientada a desobjetivizar el TM (pronósticos sobre las dificultades que podría afrontar);

ü traductor como sujeto de la actividad: factores "internos" o de autodeterminación (traductor como individuo y profesional, su concepción individual del mundo, etc.) y las condiciones de su trabajo.

Se puede apreciar que la subdivisión en dos grupos de factores es bastante artificial y sólo se justifica por el hecho de que cada uno de los comunicantes actúa a la vez como representante de su cultura y como individuo (interacción de los factores objetivos y subjetivos de la comunicación).

Se supone que a partir de la interrelación de todos estos conocimientos el traductor es capaz de interpretar el PCA del TO y producir un TM que tenga una estructura semántica suficientemente adecuada a la nueva situación como para que su destinatario comprenda el PCA del TO, a pesar de pertenecer a otra cultura.

La importancia de cada uno de los factores varía de una situación a otra en mayor o menor grado, sin embargo, siempre quedará vigente el carácter cognitivo-cultural y situacional del determinismo en traducción. La necesidad de buscar los conocimientos que le faltan al traductor, de documentarse sobre uno u otro tema también cambia de un individuo a otro y depende tanto del tema de la comunicación como del nivel de profesionalidad del traductor. Pero tampoco debe olvidarse que el mismo texto es una fuente inapreciable de muchos conocimientos, siempre y cuando se enfoque conceptualmente.

Veamos algunos ejemplos del funcionamiento de los factores cognitivo-culturales y situacionales.

(1) Juvenal se quejaba ya de las costumbres vestimentarías, cultos, supersticiones, de una sociedad romana, fascinada por cuanto le venía de fuera. (Alejo Carpentier. El recurso del método. La Habana, 1974) Еще древнеримский сатирик Ювенал высмеивал причудливые одеяния, странные благовония, культы и суеверия, распространенные в римском обществе, которое преклонялось перед заморскими новинками. (Алехо Карпентер. Превратности метода. Иностранная литература, 1977, № 9. Перевод М. Былинкиной)

 

Es muy posible que los conocimientos presupositivos y enciclopédicos sobre la Roma antigua de un lector común y corriente ruso 110 sean suficientes para comprender las implicaturas cuyo marcador es el nombre propio Juvenal. Esto se debe a que, en Rusia, el latín no se enseña en la escuela secundaria, sino en las universidades. A partir de estos conocimientos sobre el destinatario del TM, la traductora introduce la frase explicativa /'el satírico de la Roma antigua'/ que sirve, por una parte, de marcador temporal y, por otra, de marcador explícito de la función evaluativa del fragmento (el concepto de Juvenal sobre las costumbres de la Roma antigua era satírico, o sea, crítico), determinando las opciones del traductor que, al mismo tiempo, toma en consideración otro factor que son las concepciones sociales reinantes en la cultura rusa de los años 80. Y es que la propaganda oficial de la ex-URSS trataba de inculcarle al pueblo la idea de que la fascinación por todo lo que provenía de Occidente (artículos de amplio consumo, libros, cine o filosofía) significaba falta de patriotismo. Estas ideas, concebidas siempre con cierta ironía por el pueblo ruso, corresponden, en parte a la ironía (aunque vista desde otra concepción) del autor del TO. El protagonista de la novela es el dictador de un pequeño país centroamericano, una "república bananera" imaginaria. El autor quiere recalcar la hipocresía y el desdoblamiento de la personalidad de su personaje. Por un lado, le encanta pasar mucho tiempo en París, alquilando para él sólo uno de los hoteles más lujosos, gozando de todos los privilegios que aporta el dinero robado a su propio pueblo. Por otro lado, le gusta hablar demagógicamente de su cercanía espiritual al pueblo o a la vida sencilla. Para lograr sus objetivos populistas, nunca pierde la oportunidad de criticar la opulencia de los países europeos, comparándola con la decadencia de la Roma antigua y luciendo de paso sus conocimientos de historia. La opción hecha por la traductora a partir de todos los conocimientos relevantes en este caso concreto,- sobre la concepción del mundo del autor del TO, el tema, la concepción socialmente asumida en la cultura meta y la actitud ante el tema del destinatario, así como las normas de comportamiento verbal concebidas conceptualmente,- produce en el lector ruso el efecto de ironía y hasta de sátira, buscado por el autor del TO en este fragmento del texto. Resulta interesante recalcar que en el TM se emplean recursos lingüísticos que se asemejan mucho a los que empleaba la propaganda ideológica rusa al referirse al tema de la influencia del Occidente decadente: (причудливые одеян7ия – 'vestimentarías sofisticadas'; странные благовония – 'fragancias extrañas'; преклоняться перед заморскими новинками – 'quedar pasmado ante todo lo que venga del extranjero'). Así que los factores que determinaron y delimitaron la opción de la traductora son de naturaleza cognitivo-cultural, puesto que los factores que llamamos "situacionales" son de la misma naturaleza.

El funcionamiento de los factores que determinan la actividad del traductor tiene carácter flexible de toma de decisiones dentro de la escala de probabilidades admisibles, delimitada por el programa intencional-funcional del autor del TO y la aceptabilidad del TM en la cultura meta, límites que nos han permitido formular algunas normas comunicativas de traducción.

La importancia de cada factor no sólo varía de una situación a otra, sino que puede quedar reducida a cero. A veces, dos o más factores entran en contradicción que el traductor debería resolver a favor del factor de mayor relevancia, o sea, del que conduzca a menores pérdidas en el programa conceptual del autor del TO y a mayores ganancias tanto en este sentido como en el de la aceptabilidad del TM. Veamos un ejemplo más.

En una traducción muy buena de un romance de L.Góngora al ruso, el traductor se ve obligado a sacrificar incluso algunas implicaturas relevantes contenidas en el TO, porque resultan menos importantes que la concepción poética del autor:

 

(2) Por una negra señora, Un negro galán doliente Negras lágrimas derrama De un negro pecho que tiene. (Romancero español, Md.,1961, p. 1071) Из-за черной сеньориты Плачет черный воздыхатель. Слезы черные струятся Из очей его из черных. (Романсеро, Москва, 1970, с.335)

 

En el TO la causa de las lágrimas del galán es una señora, mientras que en el TM es una señorita, circunstancia que conlleva diferentes implicaturas. En el TO el galán doliente derrama lágrimas de un negro pecho, y en el TM, de los ojos negros, que supone diferente fuerza emocional. Y sin embargo, la opción nos parece acertada, si se toma en consideración que la mayor fidelidad al PCA del TO conllevaría inevitablemente la pérdida de la rima y el ritmo, elementos muy importantes para la concepción poética de L. Góngora que fue un ardiente defensor del arte puro, de la belleza de la forma. Es éste un ejemplo claro de la primacía de un todo sobre sus partes, que también es una forma de manifestación del determinismo en traducción. En este caso, al igual que en el anterior, la opción del traductor se elige a partir de razones cognitivo-culturales y conceptuales.

La "autodeterminación" del traductor consiste precisamente en que él mismo determina el grado de relevancia de uno u otro factor y su repercusión en la opción elegida, que nunca dejará de ser subjetiva, puesto que puede haber otras opciones, aunque el grado de subjetividad depende, entre otros factores, de la profesionalidad del traductor.