EL CONCEPTO DE EQUIVALENCIA EN TRADUCCIÓN 5 страница

Relevancia de los diferentes factores en función de la fase de la actividad traductora

Si analizamos por separado las dos fases de la actividad comunicativa del traductor (operación bastante artificial y únicamente posible con miras a la investigación o a la enseñanza), veremos cómo cambia, en función de la fase, la relevancia de los factores vinculados a los tres microniveles de la comunicación bilingüe.

En la fase interpretativa del TO se acentúa el papel de los factores relacionados con los dos primeros microniveles de la comunicación (actividades comunicativas del autor del TO y del traductor). Al correlacionar el contenido semántico del TO con sus propios conocimientos de diferente índole (incluidos los conocimientos relevantes sobre el autor del TO, la situación comunicativa en la que éste fue producido) y sobre el destinatario del TO (a quién fue dirigido el TO), el traductor logra comprender con diferente grado de acercamiento, que depende, precisamente, de su visión conceptual de mundo y de sus saberes, el programa conceptual del TO. El éxito de esta etapa dependerá también tanto del nivel profesional del traductor como de la posibilidad de consultar la documentación pertinente. En la traducción escrita, el traductor dispone de tiempo para consultar la documentación necesaria, compensando así la falta de conocimientos relevantes e, igualmente, tiene la posibilidad de correlacionar cada fragmento del texto con el pre y postexto, procedimiento que ayuda mucho a comprender la lógica del autor y hasta a hacer una corrección retrospectiva. Esta posibilidad no se da en la interpretación. Como el factor "condiciones de trabajo" nunca deja de ser relevante, tanto para la fase interpretativa como para la de producción del TM, sería lógico suponer que en cada modalidad de actividad traductora entran en juego factores complementarios que no contradicen a los factores universales sino que los complementan. Además, de la variable "condiciones de trabajo" dependerán los requisitos que debe reunir el producto final de la actividad del traductor. Estas circunstancias no pueden ser apreciadas en su justa medida en el marco de una teoría general de la traducción sino que atañen a las teorías particulares.

En la segunda fase, el traductor actúa orientándose a la vez hacia los dos elementos del principio operativo, que son: el programa conceptual del TO y la aceptabilidad del TM en la cultura meta. Dentro de este último elemento aparecen todos los factores cognitivo-culturales y los factores situacionales cuya relevancia varía en función de una situación comunicativa dada. En todo caso, dichos factores se correlacionan grosso modo con el polisistema cultural meta, dentro del cual es importante distinguir lo que J. Santoyo califica como civilización y cultura: "La diferencia entre cultura y civilización puede llegar a ser extremadamente tenue".

Resumiendo este apartado, cabe destacar que la traducción es un proceso polideterminado por diferentes factores de naturaleza cognitivo-cultural, o sea, comunicativa. La relevancia de uno u otro factor nunca puede ser determinada a priori. El saber determinar y tomar en consideración los factores relevantes para cada situación y texto dado, al igual que el saber minimizar la influencia de los factores subjetivos de su actividad, constituye una de las competencias comunicativas más importantes del traductor.

 

TIPOS DE ACTIVIDAD BILINGÜE

 

A partir de los años 90, ya ubicada la teoría de la traducción dentro del paradigma comunicativo, surgieron ciertas discrepancias en cuanto a la invariabilidad en traducción de la función comunicativa del TM respecto al TO. En relación con este problema, se perfiló la tendencia a considerar como traducción cualquier actividad bilingüe, tanto equivalente como la que no lo es. Esta tendencia se remonta a G. Jáger que, desde posiciones de una teoría lingüística, distingue dos tipos de traducción: la equivalente y la heterovalente, opinión que comparte O. Kade. Actualmente, en la teoría de la traducción, se ha creado en este sentido una situación bastante ambigua: la mayoría de los especialistas considera la equivalencia comunicativa como "la condición necesaria de toda traducción, i.e. su propiedad definitoría", pero algunos, sin embargo, consideran como traducciones los TM que no guardan relación de equivalencia comunicativa, es decir, intencional-funcional, con el TO.

Los autores de la scopos theorie (Reiss & Vermeer) sostienen que la estrategia del traductor depende de la función que debe cumplir el texto terminal en la cultura meta y que es el cliente/encargo el que determina la función del TM. Igualmente, Ch. Nord incluye en el acto de comunicación al "iniliator", el que determina la estrategia del sujeto de la actividad bilingüe y su producto final.

El planteamiento por sí sólo no provoca objeciones: el cliente, en realidad, puede encargar un TM comunicativamente equivalente al TO, pero también un TM que no lo sea. "El traductor (o el cliente por medio del traductor y de acuerdo con él; o, de un modo más general, el translatum) ofrece una información sobre el texto de partida, que a su vez se considera como ima oferta informativa" (Reiss & Vermeer). Tampoco provoca dudas que sobre cualquier texto se pueden hacer muchas ofertas informativas. He aquí uno de los ejemplos que ponen los mismos autores:

"(...) un discurso electoral puede traducirse como discurso electoral (si los candidatos a la presidencia de Estados Unidos, de habla inglesa, quieren dirigirse a los ciudadanos puertorriqueños, de habla española); se puede traducir como información sobre un discurso electoral (si se quiere informar a los lectores de un periódico español de las ideas de un candidato a la presidencia de Estados Unidos); puede servir como material didáctico y elemento de comparación (p.ej., para mostrar las estructuras de la lengua inglesa); se puede transferir culturalmente (cuando, por ejemplo, se minimiza el nacionalismo estadounidense para dirigirse a un público diferente [cf. Beneke, 1983], etc. Sin embargo, la transferencia cultural no va unida necesariamente a la función informativa" (Reiss & Vermeer, 1996: 43).

Ahora bien, el problema aparece cuando se afirma que todos los tipos de actividad bilingüe tienen cabida en la misma teoría, o sea, en la teoría general de la traducción. K.Reiss y H.Vermeer exponen su postura de la manera siguiente:

"Para nuestra teoría, como teoría global de la traslación, resulta decisivo el que toda traslación (traducción e interpretación), independientemente de su función (...) y del tipo de texto, se considere como una oferta informativa en una lengua y cultura final (...) sobre una oferta informativa en una lengua y cultura de partida (...).

Con semejante planteamiento, desaparece inevitablemente la diferencia entre la actividad bilingüe equivalente y la heterovalente y la validez de la característica definitoria de la traducción que es la equivalencia comunicativa de ambos textos que incluye su equivalencia funcional.

Es verdad que el factor inicial que determina tanto la estrategia de la actividad bilingüe como los requisitos que debe reunir su producto final, es el encargo. También es verdad que el efecto producido por el TM en su destinatario no es un criterio suficientemente fiable para juzgar sobre la equivalencia comunicativa de ambos textos, puesto que la comunicación siempre es intersubjetiva, y la traducción, además, es una comunicación intercultural, lo que hace que el efecto (response, en terminología de Nida) que producen el TO y el TM en sus respectivos destinatarios pueda ser distinto.

Hasta aquí no discrepamos de los autores de la scopos theorie. El problema que planteamos en esta ocasión es de otra índole. ¿Será posible considerar cualquier producto de la actividad bilingüe como traducción y a cualquier sujeto de esta actividad, como traductor? ¿Será posible explicar científicamente diferentes tipos de actividad en el marco de una misma teoría incluso si se pretende desarrollar una teoría global de la traslación (Reiss & Vermeer)? Y, finalmente, ¿de qué función se trata: de la función dominante del texto, de su subestructura funcional o de la función social que el TM va a desempeñar en la cultura meta? Estas preguntas no son de carácter abstracto sino de primordial importancia para la teoría y práctica de la traducción, puesto que de sus respuestas dependen tanto el mismo objeto de la ciencia como los contenidos de la enseñanza.

Buscando respuesta a las preguntas planteadas, consideremos dos tipos de encargos (ofertas informativas por parte del sujeto de la actividad bilingüe). El primero consiste en hacer, por ejemplo, una traducción comunicativamente equivalente de un texto científico sobre la terapia del asma bronquial, y el segundo requiere que se produzca a partir del mismo TO otra oferta comunicativa, p. ej., un catálogo farmacéutico de medicamentos recomendados a los enfermos de asma bronquial.

En el primer caso, el sujeto de la actividad bilingüe tratará de preservar, en lo posible, en el TM el programa conceptual del autor del TO y producir un TM aceptable en la cultura meta. El programa conceptual del texto se compone de dos subestructuras jerárquicas correlacionadas: la intencional y la funcional. Esta correlación de las dos subestructuras garantiza la coherencia lógica del texto que se corresponde con la intención del autor y por lo tanto debe mantenerse en lo posible en el TM, si nos proponemos lograr la equivalencia comunicativa de ambos textos. Está claro que un artículo científico sobre la terapia del asma bronquial tiene una lógica distinta de la de un catálogo farmacéutico. Son dos tipos de texto diferentes, aunque la función dominante en ambos casos es informativa: el texto científico ofrece un tipo determinado de información y el mensaje va dirigido a un destinatario determinado, siendo el objetivo del autor producir cierto efecto en la mentalidad de sus colegas, al ofrecerles una información que él considera nueva. El desarrollo lógico de un texto científico se corresponde con la lógica de la investigación: supone el planteamiento del problema, la formulación de una hipótesis/postulado, la argumentación y la conclusión/discusión. El catálogo farmacéutico, aun teniendo la misma función dominante (informativa) ofrece otro tipo de información y el mensaje se dirige a otro tipo de destinatario persiguiendo otros objetivos: influir en la mentalidad y el comportamiento del comprador/enfermo, convencerlo de que compre un medicamento dado. De allí una lógica bien distinta del desarrollo del texto que se acerca más bien a los textos publicitarios (se hace publicidad de las ventajas del medicamento nuevo frente a los existentes, por ejemplo). Está claro que con el cambio del tipo de texto, cambia el programa conceptual del autor del TO. La estrategia y las opciones del sujeto de la actividad bilingüe estarán determinadas y delimitadas en ambos casos por diferentes factores, los productos finales de su actividad tendrán que reunir distintos requisitos y las competencias del sujeto deben ser diferentes. A partir de la teoría de la acción, se trata de dos tipos distintos de actividad bilingüe.

Estructura de la actividad en función de su tipo

La estructura de cualquier actividad incluye su objetivo, recursos para lograrlo, el mismo proceso en sus sucesivas fases y los resultados del proceso. Veamos más concretamente en qué se diferencian las estructuras de ambas actividades. Si en la primera etapa de su actividad el traductor se enfrenta a la tarea de interpretar el programa intencional-funcional del autor del TO, o sea, su sentido subjetivo, el sujeto de la actividad bilingüe heterovalente no se plantea este objetivo. Su tarea se reduce a utilizar el TO como una especie de documentación, como fuente de datos, para extraer sólo aquella información que él necesita para producir un TM con distinto programa conceptual determinado por el encargo del cliente o por su propia iniciativa.

En la segunda etapa de su actividad, el traductor desempeña el doble papel de coautor del TM, puesto que se guía por el programa conceptual ajeno, tratando de realizarlo en una nueva situación comunicativa, y de autor del TM ya que debe producir un texto nuevo aceptable en la cultura meta. Por consiguiente, su actividad en esta etapa tiene una doble orientación.

El sujeto de la actividad bilingüe heterovalente desempeña en la segunda etapa sólo un papel: de autor auténtico del TM, ya que elabora su propio programa conceptual de un TM, producto del encargo, siguiendo las normas de producción de un tipo determinado de texto (distinto del TO), propias de la cultura meta. El sujeto de la actividad bilingüe heterovalente no se enfrenta con la necesidad de resolver la contradicción principal del proceso de la traducción, entre la fidelidad al PCA del TO y la aceptabilidad del TM. En cambio, se enfrenta con otra tarea, nada fácil, de producir un texto nuevo como si él fuera especialista en la materia, un texto que tenga su lógica especial que requiere competencias profesionales distintas de las del traductor. Si se quiere producir un catálogo farmacéutico a partir de un texto científico sobre la terapia del asma, el sujeto de la actividad bilingüe debería ser, por lo menos, especialista en ambas materias (medicina y farmacología). Si se quiere escribir sobre el discurso del candidato a la presidencia de Estados Unidos, hay que ser periodista; incluso si se quiere hacer, a partir del discurso del candidato a presidente, un material didáctico sobre la comparación de las estructuras de dos lenguas, es necesario ser especialista no sólo en las dos lenguas sino también en la didáctica de una lengua.

Está claro que, por muchas que sean las asignaturas optativas y de libre configuración, incluidas en el plan de estudios universitario, el traductor nunca conseguirá el nivel de conocimientos en las diferentes materias que le permita cumplir los encargos de producir en la cultura meta textos dedicados a diferentes temas con programas conceptuales independientes del TO. Esto se refiere no sólo a los textos especializados, sino también a cualquier tipo de texto: periodísticos, literarios, instrucciones y otros. Así, para producir un libro infantil a partir de un libro para adultos, hay que ser especialista en literatura infantil, diría incluso que hay que ser escritor infantil o, como mínimo, escritor. Los conocimientos y competencias que debe poseer el sujeto de la actividad bilingüe heterovalente son de tipo diferente a los que necesita el traductor que, a fin de cuentas, sólo es el coautor del TM en lo que se refiere a su programa conceptual.

De ahí que los factores que determinan la actividad del sujeto en ambos casos y sus competencias sean distintos. Y aunque el principio básico de la scopos theorie:"el objetivo comunicativo determina los métodos...", nos parece absolutamente correcto, creemos, sin embargo, que de este principio se deberían sacar otras conclusiones, puesto que no se trata sólo de los métodos o técnicas, sino de otro tipo de actividad distinta a la actividad del traductor. Es muy significativo que Ch. Nord que siempre ha compartido y desarrollado los puntos de vista de H. Vermeer y K. Reiss, eche de menos "en el concepto funcionalista radical de la scopos theorie, (...) el respeto al autor del texto original y a su legítimo interés de no ser traicionada su intencionalidad comunicativa aunque vaya dirigida ahora a unos lectores ajenos a los que tenía ante sí al redactar el texto original" (Nord, 1994: 100).

En relación a esta cita cabe destacar que el factor "lector ajeno", o sea, el respeto al destinatario que pertenece a otra cultura, no tiene nada que ver con el cambio de la función comunicativa del TM. La fidelidad al destinatario (aceptabilidad del TM) constituye uno de los componentes del principio operativo de la actividad bilingüe equivalente e implica las "manipulaciones" necesarias de la estructura semántica del TM con respecto al TO, realizadas a partir de factores cognitivo-culturales y situacionales en los límites establecidos por el programa conceptual del TO y la aceptabilidad del TM. De estos dos requerimientos se desprenden los requisitos que debe reunir el producto final de la actividad bilingüe equivalente, recogidos en las normas comunicativas de la traducción.

Ahora bien, dos tipos diferentes de actividad bilingüe no pueden ser descritos ni explicados científicamente por la misma teoría, si, en realidad se parte de la teoría de la acción. Se necesitan diferentes teorías, diferentes explicaciones y diferentes competencias de los sujetos de ambas actividades. Cae por su propio peso que la enseñanza de ambas actividades bilingües tendrá diferentes objetivos, contenidos y métodos. Los planes de estudio actuales no incluyen la enseñanza de la actividad bilingüe heterovalente y es muy dudoso que en el marco de una carrera universitaria se puedan desarrollar las competencias necesarias para ambos tipos de actividad bilingüe, habida cuenta de que para realizar la actividad bilingüe heterovalente hay que ser especialista en dos áreas de conocimiento: la que se relaciona con el encargo del cliente y la que se relaciona con el tema del TO. En nuestra opinión, la actividad bilingüe heterovalente debería realizarse por especialistas en las diferentes áreas de conocimiento que tengan el dominio necesario de las dos lenguas.

En nuestra opinión, ambas teorías, la de la actividad bilingüe equivalente (teoría general de la traducción) y la de la actividad bilingüe heterovalente podrían formar un área común de conocimiento (denominada de actividad bilingüe, o entrar en un área más amplia como comunicación verbal), pero nunca pueden concebirse como la misma actividad y, por lo tanto no pueden ser objeto de la misma teoría, puesto que cada teoría tiene un sólo objeto que estudia a partir de los factores relevantes para el objeto dado.

En todo caso, queda por esclarecer el factor función y su papel en la actividad bilingüe equivalente.

El factor "función textual"

El problema de la invariabilidad de la subestructura funcional dentro del programa conceptual del TM es de suma importancia para la teoría y la práctica de la traducción. Sin embargo, parece haber bastante confusión en la interpretación del mismo término función. Incluso existe la opinión de que el texto no tiene una función inherente sino que ésta "le es atribuida en el acto de recepción por parte del receptor" (Nord, 1994: 101). En este planteamiento se confunde, en nuestra opinión, la función/funciones comunicativas atribuidas al texto por su autor a partir de sus intenciones, y la interpretación subjetiva de estas intenciones, y por lo tanto de la función/funciones, por el destinatario o traductor, que puede no ser absolutamente idéntica al programa conceptual del autor, aunque debe acercarse a éste lo bastante para que el acto de comunicación tenga éxito.

La confusión que se ha creado en torno al término función, se debe, en parte, a las diferentes acepciones de la voz función que designa a veces conceptos muy distintos (compárese: función sintáctica, funciones de la lengua, función comunicativa, función dominante del texto, estructura /subestructura funcional del texto, función del texto en el polisistema literario meta, etc.).

La función sintáctica de un elemento del texto es un concepto puramente lingüístico relacionado con el contenido semántico del TO o del TM y, por lo tanto, no tiene interés para la teoría de la traducción, puesto que puede cambiar en el TM, junto con su contenido semántico, siempre y cuando lo requiera la doble orientación hacia el PCA del TO y hacia la aceptabilidad del TM. Entre las funciones lingüísticas y las funciones comunicativas no existe relación unívoca. Por eso, la pragmática distingue dos tipos de función: la lingüística o instrumental, y la pragmática (Calvo Pérez). En resumidas cuentas, estamos, al igual que en otras ocasiones, ante dos aspectos del mismo problema: uno es lingüístico y el otro es comunicativo. Éste último atañe a todas las teorías de la comunicación verbal y, en particular, a la teoría de la traducción. Desde el ángulo comunicativo, que es el que nos interesa en este caso, el problema se reduce a la necesidad de mantener invariable en la actividad bilingüe equivalente, en los límites de lo posible, la estructura funcional del TM con respecto al TO.

El problema de las funciones comunicativas, que primero fueron concebidas como funciones de la lengua, no deja de atraer la atención de los científicos a raíz de la aparición del famoso trabajo de K. Bühler que distingue tres funciones básicas: la referencial, la expresiva y la apelativa que se corresponden con el objeto de la comunicación, el autor del texto y su receptor respectivamente. R. Jakobson estableció, a partir de los postulados de las escuelas de Praga y la de Tartu, tres funciones más: la metalingüística que se corresponde con el código, la poética que se centra en el mensaje, y la fática, centrada en el canal de comunicación. A pesar de que las denominaciones a veces varían de una cultura a otra y de un autor a otro, esta clasificación sigue estando vigente aunque con ciertas variaciones terminológicas: la función referencial suele llamarse informativa; el término función apelativa se ha hecho universal y ha desplazado al término función conativa; se distingue la función evaluativa que unas veces va unida a la emotiva y otras veces, como en los textos científicos, aparece como independiente; se perfila la tendencia a diferenciar la función apelativa y la operativa.

Cada una de las funciones tiene sus marcadores explícitos o implícitos en el texto (según la intención del autor y las convenciones textuales) que varían de una esfera de la actividad humana a otra y, por consiguiente, de un tipo de texto a otro, así como de un idiolecto a otro en caso de que se trate de textos literarios. El término función comunicativa se emplea en literatura tanto con referencia a cualquier elemento/fragmento del texto, como a todo el texto. Empleado con referencia a un elemento /fragmento del texto, equivale al concepto de valor comunicativo de este elemento o fragmento, o sea, al valor que éstos adquieren en un texto y una situación dados a partir del programa conceptual de su autor. Empleado con referencia a todo el texto, el término suele interpretarse como función dominante del texto (FD). Creemos que precisamente aquí radica la confusión, puesto que el texto, aparte de la FD, tiene su subestructura funcional.

Ningún texto es unifuncional. El autor de cualquier texto, sea científico o literario, publicitario o periodístico, puede expresar su actitud y sus emociones ante los hechos o fenómenos descritos en el texto (funciones evaluativa y emotiva), puede apelar a la opinión del receptor (función apelativa) o invitarlo al diálogo (función fática). Los intentos por vincular directamente la función del texto a su tipo no han dado resultado, a nuestro juicio, por dos razones: primero, porque cualquier texto es polifuncional y, segundo, porque las diferentes clases y tipos de textos, se diferencian no tanto por sus funciones, como por los recursos que suelen utilizarse en cada tipo de texto para expresar las mismas funciones conforme a las intenciones del autor y a las convenciones textuales/idiolecto. Este planteamiento sugiere que el análisis de la estructura funcional de un texto debería hacerse por lo menos en el marco de una teoría comunicativa, a partir de la intención/intenciones de su autor. Más aún, el mismo concepto de función dominante no es estático sino que varía a partir de las concepciones sociales e individuales. Así, los pragmáticos consideran, que hoy en día, la función dominante de los textos de massmedia, "con sus guiños constantes al Receptor" a veces no es tanto informativa Como apelativa y hasta fática: "El lenguaje político y el de la propaganda combinan la apelación al votante, o al consumidor, con las estructuras sobre-mensajistas que se apoyan en mensajes, pero que generalmente ocultan las verdaderas. Y así ocurre, por el estilo con las demás funciones..."(Calvo Pérez). La combinación de dos funciones dominantes, siempre con primacía de una de ellas, se hace cada día más frecuente. Así, en los artículos de opinión, se combinan a menudo la función apelativa con la evaluativa o con la informativa.

En todo caso, lo que diferencia a un tipo de texto del otro no es precisamente su FD (ya hemos visto que diferentes tipos de textos pueden tener la misma FD, p.ej., la noticia, el texto científico, el catálogo farmacéutico tienen la FD informativa). El hecho de que haya diferentes tipos y géneros de textos se debe a la existencia de distintas actividades humanas (ciencia, periodismo, arte, comercio o enseñanza). Partiendo de sus intereses y actividades profesionales, el autor elabora el programa conceptual del texto, tomando en consideración las circunstancias relevantes de una situación comunicativa dada y, muy especialmente, al destinatario. Así, en unas circunstancias, un científico se propone escribir un artículo académico, y, en otras, una reseña o un artículo de divulgación o de opinión. Una vez determinado el tipo de texto, el autor elabora su programa conceptual. Como ya hemos señalado, el PCA está constituido por dos subprogramas correlacionados: el intencional y el funcional. Dentro de esta correlación, la primacía le corresponde al subprograma intencional, a partir del cual se elabora el subprograma funcional que el autor considere más adecuado a la situación comunicativa. El subprograma funcional consta de la función dominante y de las funciones complementarias que junto con la primera forman la estructura funcional del texto, término que a menudo se abrevia, utilizándose simplemente función del texto. La elaboración del programa intencional-funcional siempre tiene carácter prospectivo: " (...) las funciones son apriorismos de la comunicación" (Calvo Pérez). Este apriorismo puede tener diferente alcance. Unas veces el programa resulta bastante claro para el autor incluso antes de que empiece a producir el texto, otras veces, va adquiriendo contornos más exactos en el mismo proceso del desarrollo del texto. León Tolstoi decía que, hasta el mismo final de su novela Atina Karénina no sabía si la protagonista se iba a suicidar.